sábado, 30 de agosto de 2008

Se non è vero... (1): ¡Oh, Dios mío!


Vaya por delante que normalmente procuro no perpetuar los 'forwards' que me llegan al correo, pero hay algunos relatos -muy pocos en realidad- que me siento obligado a divulgar. De este modo inauguro la sección 'se non è vero...(è ben trovato)', con una supuesta respuesta de examen de un alumno de la Universidad de Córdoba en un examen de química. Reproduzco (casi) literalmente el texto del correo:

"El Papa advierte durante una misa que mucha gente se arriesga a una 'condena eterna'"
EFE - Roma - 27/03/2007
Según ha dicho el papa Benedicto XVI durante una misa celebrada el pasado fin de semana en la Iglesia Santa Felicidad e Hijos Mártires de Roma (...), en el mundo moderno mucha gente, incluidos algunos creyentes, se han olvidado que si no "admiten la culpa y la promesa de no volver a pecar", se arriesgan a una "condena eterna, el Infierno". Un infierno "del que se habla poco en este tiempo".

Exámen Universitario
Ante esta noticia tan relevante para la vida de la población se produce el siguiente acontecimiento:
La siguiente pregunta fue hecha en un examen cuatrimestral de química en la Universidad de Cordoba. La respuesta de uno de los estudiantes fue tan 'profunda', que el profesor quiso compartirla con sus colegas, vía internet, razón por la cual podemos todos disfrutar de ella.
Pregunta: ¿Es el Infierno exotérmico (desprende calor) o endotérmico (lo absorbe)?
La mayoría de estudiantes escribió sus comentarios sobre la Ley de Boyle (el gas se enfría cuando se expande y se calienta cuando se comprime). Un estudiante, sin embargo, escribió lo siguiente:
"En primer lugar, necesitamos saber en qué medida la masa del Infierno varía con el tiempo. Para ello hemos de saber a qué ritmo entran las almas en el Infierno y a qué ritmo salen. Tengo sin embargo entendido que, una vez dentro del Infierno, las almas ya no salen de él. Por lo tanto, no se producen salidas.
En cuanto a cuántas almas entran, veamos lo que dicen las diferentes religiones. La mayoría de ellas declaran que si no perteneces a ellas, irás al Infierno. Dado que hay más de una religión que así se expresa y, dado que la gente no pertenece a más de una, podemos concluir que todas las almas van al Infierno. Con las tasas de nacimientos y muertes existentes, podemos deducir que el número de almas en el Infierno crece de forma exponencial.

Veamos ahora cómo varía el volumen del Infierno.
Según la Ley de Boyle, para que la temperatura y la presión del Infierno se mantengan estables, el volumen debe expandirse en proporción a la entrada de almas.
Hay dos posibilidades:
1. Si el Infierno se expande a una velocidad menor que la de entrada de almas, la temperatura y la presión en el Infierno se incrementarán hasta que éste se desintegre.
2. Si el Infierno se expande a una velocidad mayor que la de la entrada de almas, la temperatura y la presión disminuirán hasta que el Infierno se congele.
¿Cuál posibilidad es la verdadera?
Si aceptamos como postulado lo que me dijo Teresa en mi primer año de carrera: ("hará frío en el Infierno antes de que me acueste contigo") y, teniendo en cuenta que me acosté con ella ayer por la noche, la posibilidad número 2 es la verdadera. Doy por tanto como cierto que el Infierno es exotérmico y que ya está congelado.El corolario de esta teoría es que, dado que el Infierno ya está congelado, ya no acepta más almas y está, por tanto, extinguido... dejando al Cielo como única prueba de la existencia de un ser divino, lo que explica por qué, anoche, Teresa no paraba de gritar "¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío!"

El estudiante fue clasificado con 'excelente'.

lunes, 25 de agosto de 2008

No es un adiós, es un hasta Londres (2012)


He echado cuentas y creo que tocamos a una medalla por cada 8.500 cangueses, aproximadamente, después del extraordinario papel en los Juegos de dos de los deportistas más grandes que ha dado nuestra villa, David Cal y Carlos Pérez ‘Perucho’. Bromas aparte, la representación gallega ha estado de 10 en la cita olímpica, con dos oros (piragüismo K-2 –Pérez y Craviotto- y vela Clase Tornado –Paz y Echávarri-) y dos platas (por cuenta del fenómeno Cal).
Matrícula de honor en ambición para el tetramedallista olímpico (con sólo 25 años), un deportista que se vuelve encabronado de Pekín después de subirse al podio en dos pruebas, siendo el único palista del mundo que ha sido competitivo tanto en 1.000 como en 500 metros. Más llamativo aún es el caso de su vecino Perucho, quien estuvo a punto de quedarse en casa, ya que la Federación Española de Piragüismo tuvo que elegir entre el K-2 que forma con Saúl Craviotto o el de Javier Hernanz y Diego Cosgaya. Aplausos, pues, para una decisión que ha valido, literalmente, su peso en oro.
La cruz de la moneda ha sido la mayúscula decepción de Javi Gómez Noya, que ‘sólo’ pudo ser cuarto en triatlón. El ferrolano partía como uno de los máximos aspirantes al triunfo después de imponerse tanto en la Copa del Mundo como en el Campeonato del Mundo, pero un gel que le sentó mal en el avituallamiento le impidió marcar su ritmo y finalmente se quedó a las puertas del podio. Tras él llegó Iván Raña, otro ex campeón que nunca pudo ratificar su gran nivel con una medalla olímpica.

El atletismo, inédito por primera vez desde Seúl 1988

Calcular 12 posibilidades de podio y quedarse finalmente en ninguna sólo tiene un nombre: fiasco. José María Odriozola, presidente de la Federación Española de Atletismo, puede buscar ahora las excusas que quiera (la tiranía del fútbol es una de mis favoritas), pero mejor le iría al deporte que dice defender si en lugar de lamentos propusiese soluciones. Pese al chasco, yo salvaría la actuación de Marta Domínguez, que tuvo verdadera mala suerte en los 3.000 obstáculos, pero ha demostrado sobradamente que da la cara en las grandes citas; y también, cómo no, la de García Bragado, que con casi 40 años luchó hasta el final por el tercer puesto en los 50 kilómetros marcha.
Aunque no pudo evitar el berrinche de ‘si-no-fuera-por’, Odriozola sí tuvo valor para criticar el pobre espíritu ganador de los atletas españoles. Los casos del discóbolo Mario Pestano y el marchador Paquillo Fernández ejemplifican, a cual mejor, las carencias de toda la selección. El primero llegaba con una de las mejores marcas mundiales del año y no fue capaz de meterse en la final; lo del granadino es aún peor, pues venía de batir el record mundial apenas un mes antes. Falta de competitividad, errores en la planificación de los entrenamientos… en fin, un desastre sin paliativos.

Alma de campeón

Si el atletismo y, en menor medida, la natación (las expectativas no eran ya nada alentadoras) nos dejaron helados, también hubo deportistas que dieron la talla, incluso por encima de los pronósticos. El ciclismo, con cuatro medallas (ovación para el veterano Llaneras, aplausos para Samuel Sánchez y Leire Olaberria), redondeó un gran año tras las victorias de Contador en el Giro y de Sastre en el Tour. Tampoco falló el tenis, que aportó dos preseas más: la plata de Vivi Ruano y Anabel Medina y el oro –no podía ser de otro modo- de Rafa Nadal, número uno de la ATP tras destronar al ‘genio’ Federer. Los deportes náuticos, con los metales ya citados en piragüismo y vela (donde a Iker Martínez y Xabi Fernández les robaron un oro indiscutible), así como las dos platas en natación sincronizada (por equipos y en el dúo de Gemma Mengual y Andrea Fuentes), completan la tríada gloriosa del deporte español en Pekín 2008.
Tampoco falló Gervasio Deferr, cuya medalla de plata quizá habría tenido otro color de haberse celebrado los Juegos en cualquier otro país (el oro fue para el también campeón en barra Zuo Kai); el barcelonés ha hecho historia al subirse al podio por terceros Juegos consecutivos, esta vez sí en su prueba favorita. Otra gimnasta, Almudena Cid, se convirtió en la primera de la historia en disputar cuatro finales olímpicas. Más sorprendente, si cabe, fue el bronce de José Luis Abajo en espada, que supone, paradójicamente, el primer metal de la historia en esgrima para el país que inventó este deporte.

Tres equipos inolvidables

Conseguir que toda España tenga la sensación de haber perdido un oro en lugar de ganar una plata tras caer en la final ante un combinado de auténticas superestrellas es un mérito que ya nadie podrá quitarle a la selección de baloncesto, la ya famosa ÑBA. Ricky, Rudy, Pau y compañía plantaron cara a indiscutibles 'all stars' de la talla de Lebron James, Kobe Bryant y Dwyane Wade. En una de las mejores finales olímpicas de la historia, los españoles, aun perdiendo, se hicieron merecedores de un pedacito de cielo, al lado de la Unión Soviética que en 1988 se pasó por la piedra a los gallitos yankees, dejándolos fuera en semifinales.
Peor sabor de boca se llevan los chicos del hockey hierba, que se plantaron en la final a base de remontadas épicas in extremis, pero fueron incapaces de echar abajo el muro defensivo de Alemania. Los germanos, con un juego más bien rácano, se adelantaron en el marcador y echaron el cerrojo; es lo que los españoles consideramos un triunfo cobarde, mientras italianos y argentinos nos miran con extrañeza porque en su casa siempre se ha jugado así y asumen que hay que ser muy tonto para arriesgarse a perder lo que ya se tiene ganado.
En la lucha por el oro debería haber estado la selección de balonmano, que tras una semifinal nefasta con derrota ante la mediocre Islandia sacó lo mejor de sí misma para ganar en el encuentro por el tercer y cuarto puesto a la anterior campeona olímpica, Croacia. Los hombres de Pastor alternaron partidos en los que el nivel defensivo rozaba el bochorno (pero lo rozaba por la parte de fuera) con momentos brillantes como las segundas partes frente a coreanos y croatas. Se despide del combinado nacional el gran David Barrufet y, conscientes de que poco le queda a su homólogo Joseja Hombrados, los aficionados esperamos como agua de mayo un relevo generacional que no termina de fraguar. Suerte que Sterbik ya es seleccionable, al igual que el primera línea Rutenka, que podría recoger el testigo del mítico Talant Dujshebaev.

Vinieron del espacio exterior

No son españoles pero nos han hecho vibrar igualmente con sus proezas extraterrestres. Usain Bolt (campeón y plusmarquista mundial en 100, 200 y 4x100), Michael Phelps (record de oros en unos juegos, con ocho, y en total, con 14), Kenenisa Bekele (oro en 5.000 y 10.000) y Yelena Isinbayeva (oro y nuevo R.M. en pértiga con un salto de 5.05) han sido probablemente los nombres propios que con más fuerza han sonado en la cita asiática. Mención especial para la rusa voladora, que en una época en la que el deporte femenino anda escaso de proyección mediática es ya todo un mito tras batir por vigésima cuarta vez su propia plusmarca universal.
Si los Juegos de 1952 fueron los de Emil Zatopek (oro en 5.000, 10.000 y maratón), los de 1972 fueron los de Mark Spitz (siete oros en natación) y los de 1976 los de Nadia Comaneci (primer 10 en la historia de la gimnasia artística), a los de 2008 les sobran los motivos para ser recordados más como los de Bolt y Phelps que como los de Pekín, por mucha niña cantando en play back y muchos fuegos artificiales de ordenador que se haya currado la organización del gigante asiático.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Podéis llamarle genio


Baltimore (City) es una localidad estadounidense, la mayor del estado de Maryland, con una población similar a la de Zaragoza (y en descenso). Ubicada en la Costa Este, entre Washington D.C. y Nueva York, es, según dicen, la ‘ciudad del encanto’, además de una de las más antiguas de Estados Unidos. En las guías turísticas nos venden su personalidad histórica, su afamada gastronomía y su rica herencia étnica y marítima. Pero sobre todo, desde hoy, 13 de agosto de 2008, Baltimore es el lugar que vio nacer hace poco más de 23 años al deportista más laureado de los Juegos Olímpicos de la era moderna.

Michael Phelps llegó a Pekín con una idea clara: superar el récord de medallas de oro en unos Juegos que (aún) ostenta Mark Spitz, ese californiano que con 22 años maravilló al mundo logrando siete preseas áureas en Munich ’72. Phelps heredó de su compatriota el apodo ‘Shark’ y un talento sobrehumano para la natación, que ya en Atenas 2004 (con 19 años) le permitió alcanzar la victoria en nada menos que seis pruebas. Desde entonces ha dominado con mano de hierro todas las competiciones, con la mente puesta en los Juegos de 2008, en los que le esperaba una cita con la historia.

La pasada madrugada, las finales de 200 mariposa y de 4x200 volvieron a tener como protagonista al ‘tiburón’ de Baltimore, que subía por cuarta y quinta vez en Pekín a lo más alto del podio. Al igual que en las pruebas de 400 estilos, 200 libres y 4x100, Phelps acompañó cada victoria con un nuevo récord del mundo. Está por ver si podrá batir la marca de Spitz en unos solos Juegos, pero desde anoche nadie puede quitarle el privilegio de ser el deportista que más oros olímpicos ha logrado, con un total provisional de 11, dos más que Paavo Nurmi, Larissa Latynina, Carl Lewis y Mark Spitz.

De esta forma, Phelps llega, después de tres participaciones en Juegos Olímpicos (debutó en Sidney, con sólo 15 años), hasta las 13 medallas, 11 de oro y dos de bronce (ambas en Atenas 2004). A su corta edad tiene ya a tiro otra impresionante marca, la del gimnasta ruso Nicolai Andrianov, hasta ahora el deportista masculino con más preseas (15). La última frontera la marcan los 18 metales que la gimnasta ucraniana Latynina ganó para la Unión Soviética en sus participaciones en Melbourne ’56, Roma ’60 y Tokyo ’64.

La sentencia “podéis llamarme genio” fue pronunciada por Roger Federer (quizá el mejor tenista de todos los tiempos) tras ganar su tercer Abierto de Australia en enero de 2007. “Creo que soy el mejor jugador de tenis del mundo, y podéis llamarme genio porque me impongo a muchos de mis rivales, a cada uno de forma diferente, ganando incluso sin jugar lo mejor que sé”. Si el humilde e imperturbable jugador suizo se autocalifica de esta manera, ¿cómo debemos llamar a partir de ahora a Michael Phelps?

lunes, 11 de agosto de 2008

Más alto, más fuerte, más rápido

A todos los que afirman tajantemente que el deporte -particularmente el de alto rendimiento- no va con ellos, suelo recomendarles que antes de excluirlo por completo de sus vidas dediquen unos minutos a contemplar esas hazañas de las que a menudo sólo han oído hablar.
Nadia Comaneci es de los pocos deportistas que sistemáticamente consiguen que se me erice hasta el último folículo cada vez que veo alguno de sus videos. El que he elegido corresponde al ejercicio de barras asimétricas de los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, donde por primera vez en la historia se concedió un 10 a un gimnasta.

Prueba de lo insólito de su gesta es que, si os fijais, el marcador señala un 1.00, ya que no estaba preparado para marcar dobles dígitos en los enteros.
Para los que prefieren las disciplinas atléticas, probablemente no ha habido nadie comparable al ucraniano Sergey Bubka (no os pongais tiquismiquis con la ortografía, que a ver quién se aclara con la transcripción del alfabeto cirílico). Considerado el mejor pertiguista de la historia, fue el primero en superar la barrera de los 6 metros de altura (apenas una docena de atletas lo han logrado desde entonces) y en 1994 estableció en Sestriere el record del mundo al aire libre en 6.14 metros. Sólo se le acercan Maxim Tarasov y Dmitri Markov, ambos con una plusmarca personal de 6.05. Por supuesto, también es suyo el record en pista cubierta, con los 6.15 logrados en Donetsk en 1993, pero no el olímpico, que desde Atenas 2004 obra en poder de Timothy Mack, con un salto de 5.95.
Puede parecer increíble que en todos estos años nadie haya conseguido mejorar las cifras de Bubka, pero la suya no es ni de lejos la marca más antigua que se mantiene inamovible. La checoslovaca Jarmila Kratochvilova logró hace 25 años un tiempo de 1:53.28 en 800 metros, mientras en categoría masculina este honor corresponde al 'hijo del viento', Carl Lewis, que en 1984 voló en pista cubierta hasta los 8.79 (Mike Powell se fue hasta los 8.95 al aire libre en 1991 en Tokio).

Y entre tanto superhombre (y supermujer) quiere estar el estadounidense Michael Phelps, que tiene entre ceja y ceja el reto personal de superar en Pekín los siete oros conseguidos por su compatriota Mike Spitz en Munich 1972. De momento lleva dos, y al menos en las distancias individuales no parece que nadie vaya a poder poner freno a su ambición.
En los últimos años hemos asistido a la supremacía de verdaderos fenómenos como Michael Schumacher (heptacampeón de F1), Lance Armstrong (heptacampeón del Tour de Francia), Roger Federer (número uno de la ATP desde 2004, cinco veces ganador de Wimbledon, tres del US Open y tres del Open de Australia), entre otros.
Al menos tan difícil como convertirse en leyenda en deportes individuales es hacerlo en modalidades de equipo. Ahora que el bocazas de Kobe Bryant ha dicho que si EEUU no gana el oro en baloncesto masculino no volverá a casa (creo que en el Joventut hay una ficha libre tras la marcha de Rudy a la NBA), vale la pena recordar a ese genio llamado Michael Jordan.
'Air' Jordan ganó seis anillos con Chicago Bulls, con un promedio de 30.1 puntos por partido (el mayor en la historia de la liga), además de 10 títulos de máximo anotador, 5 MVP de la temporada y 6 MVP de las Finales entre otros logros. Pero por encima de todo, ha sido el más plástico y uno de los más decisivos (los puristas me matarían si olvidase a Wilt Chamberlain). Para muchos, el '23' de los Bulls ha sido el más grande, por cosas como ésta: