sábado, 1 de agosto de 2009

Gratuito y cobarde


Contrariamente a lo que sostienen los autoproclamados como defensores de la democracia, no es la violencia o la lucha armada lo que deslegitima las reivindicaciones de un determinado grupo social. Sí lo hacen, en cambio, la cobardía, el asesinato injustificado y la crueldad. Lo que desacredita a los etarras y proetarras no es que defiendan la independencia de Euskadi, Euskal Herria o como coño quieran llamar a esa entidad nacional en la que supuestamente vivirían felices y comerían perdices lejos del yugo opresor del Estado español. Tampoco que, en un contexto amplio, promuevan el uso de la fuerza cuando se agote el cauce democrático para lograr sus objetivos. El error va mucho más allá.
ETA no es una organización independentista, sino terrorista. Seguramente no siempre ha sido así, y lo atestigua el mero hecho de que en otras épocas las víctimas de sus atentados han sido personas verdaderamente importantes en el ámbito de la política española, lo cual, al margen del método, al menos otorga a la violencia, si no una justificación, sí una coartada. Valorar, por ejemplo, si el asesinato de Carrero Blanco es un crimen o una acción política ya sería entrar en el terreno de la opinión pura y dura.
Lo que no ofrece duda alguna es que dos guardias civiles muertos no van a cambiar el panorama en lo más mínimo. En los últimos años ETA se ha limitado a causar dolor de forma gratuita y cobarde, en una especie de ajuste de cuentas con no se sabe bien quién (desde luego, estoy convencido de que los responsables directos no lo saben), sobre un campo de batalla en el que cualquiera, por tanto, se convierte en un objetivo potencial.
Si algún día se concediese la consulta sobre la autodeterminación a Euskadi (lo cual tampoco es tan descabellado, dicho sea de paso), debería llevarse a cabo otro referéndum paralelo para que en el resto de las comunidades pudiésemos expresar nuestro sentir al respecto. Más que nada para que a estos criminales descerebrados les entre en la cabeza que la postura mayoritaria viene siendo: "haced lo que os salga de los cojones con vuestro territorio y dejad de tocarnos los nuestros".