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domingo, 11 de enero de 2009

No deberías llevar ese cuerpo


Enciendo el televisor y empiezo instintivamente a saltar de canal en canal, hasta que en TCM me encuentro al mismísimo Tarantino discutiendo con George Clooney. Así que, cual perro de Pavlov, comienzo a ‘salivar’ (es un decir) pensando en Satánico Pandemónium moviéndose al ritmo de la sensual canción After dark, del grupo Tito & Tarántula.
Para los que no se hayan tomado hoy su Ceregumil o los que aún no hayan visto Abierto hasta el amanecer (Robert Rodríguez, 1996), la escena corresponde a uno de los bailes más tórridos de la historia del cine y la protagoniza la más que ‘neumática’ Salma Valgarma Hayek Jiménez. A punto de alcanzar la treintena, la actriz mejicana demostraba que toda la feminidad del mundo cabe en 1,57 metros de estatura, respaldada, eso sí, por sus sofocantes 94-61-94. Y no, no son los últimos dígitos de su número de teléfono.
La poderosa imagen del contoneo de Salma Hayek embutida (literalmente) en un conjunto que da una nueva dimensión a las palabras ‘obviedad’ y ‘seducción’ me hace recordar el célebre diálogo de Fuego en el cuerpo (Lawrence Kasdan, 1981) entre William Hurt y Kathleen Turner:
W.H.: No deberías llevar esa ropa.
K. T.: ¿Por qué?. Solo es una blusa y una falda.
W.H.: Entonces no deberías llevar ese cuerpo.
Al igual que a Hurt, me basta una pequeña dosis de duda metódica para llegar a la conclusión de que hay bellezas que incluso bajo un burka resultarían turbadoras.