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domingo, 6 de enero de 2008

De vetos y censuras


Dentro de unas horas saldrá a la calle el número 30 de la revista TodoKeniata, una modesta publicación deportiva que mi camarada Jorge Abel y yo hemos ido sacando adelante durante todo un año a cambio de alguna que otra gratificación e infinitos quebraderos de cabeza. Pero hasta aquí hemos llegado.
La decisión de ponerle fin estaba prácticamente tomada desde hace unas semanas, por lo que en honor a la verdad no puedo decir que lo que en adelante llamaré 'el suceso' fuese el desencadenante del abandono. Más bien es la confirmación de que no es suficiente con que un producto tenga una buena acogida entre el público para que sea rentable producirlo. Y puestos a buscarme hobbies, mejor aprendo punto de cruz.
'El suceso' es el siguiente. El repartidor (que a la sazón es mi progenitor) me llama el viernes y mantenemos la siguiente conversación:
-Oye, chato, tengo un motivo más para que votes al Bloque (otro día hablaré con más detenimiento de mis inclinaciones políticas); resulta que ayer llego a la Casa de la Juventud de Cangas para dejar unas pocas revistas (son gratuitas) y me dice el concelleiro de Juventud que no podemos dejarlas allí.
-¿Y eso?
-Porque dice que es una revista sexista y que no puede estar allí, al lado de otras publicaciones que promueven precisamente valores como la igualdad, etcétera, etcétera...
-Perdona, ¿dijo que la revista era sexista?
-Sí, dijo que se había reunido con la concelleira de Deportes y que habían decidido prohibirla en la Casa de la Juventud. Y yo le dije: bueno, no te preocupes que no me hace falta dejarla aquí, voy por la calle y me la quitan los chavales de las manos.
-Pero... ¡sexista! ¡Si tenemos un Rey y una Reina! ¡No se puede ser más igualitario!
-Ya. Yo sólo te transmito lo que él me dijo. Ah, y me comentó que si en el futuro quisieseis optar a algún tipo de subvención teniais que sacar a la chica y además tendría que estar escrito todo en gallego.
El resto de la conversación me la ahorro, pero no la explicación, claro. Cuando empezamos con la revista decidimos con todo el rostro que íbamos a aprovechar la idea del Diario AS para revalorizar la publicidad en la contraportada. Decidimos llamar a la sección 'La Reina de Kenia', puesto que las ligas de las que hablamos son las del 'Keniata'. Al poco tiempo descubrimos que teníamos mucho más público femenino del que esperábamos, en parte porque las páginas del álbum de la semana atraen a todo el mundo, en parte porque la página de pasatiempos y humor les gustó especialmente. Así que decidimos incluir precisamente en esa página una sección llamada, lógicamente, 'El Rey de Kenia'. La iniciativa funcionó y la foto del maromo de turno fue ganando espacio hasta tener página propia, justamente enfrentada con la de pasatiempos.
Bien. Si se nos acusa de sexistas porque la chica sale en la contraportada y el chico en una página interior, teniendo en cuenta que en torno al 80% de nuestros lectores son hombres... sinceramente, quiero pensar que no hilaron tan fino, sino que simplemente consideran dañino este tipo de producto por utilizar el sexo como estrategia de venta. Algo que, por otra parte, hacen desde las tabaqueras hasta los ministerios, pasando por las revistas de divulgación científica. También cabe el matiz del contexto, claro, y es algo en lo que he pensado. Pero pronto me di cuenta de que no podía ser eso, pues nadie nos ha reprochado que haya una sección de pasatiempos con chistes, sudokus o frases célebres, lo cual no creo que tenga mucho que ver con el fútbol.
Creo que de lo que verdaderamente podrían habernos tildado es de burdos. Pero no sólo por vender 'carne' (y ni siquiera mucha, de hecho las fotos de los chicos eran casi siempre más explícitas), sino por el propio concepto de la revista, pensado para un público muy concreto (siempre generalizando, por supuesto): piensa que Cronenberg es una marca de cerveza, considera a Malena Gracia el prototipo de mujer para una aventura (en eso estoy de acuerdo, debe de ser toda una 'aventura') y lo más extenso que ha leído es el prospecto del Frenadol. Sí, ya me vale, cómo me paso y todo eso. Pues sí, teniendo en cuenta que por esta revista me ha faltado al respeto hasta el más cretino del pueblo (efectivamente, me refiero al concelleiro de Xuventude), me concedo el derecho a ponerme a gusto.
En cuanto a lo del gallego... En el número 30 redacté una editorial en la que además de explicar parte de lo anterior, exponía el porqué del uso del castellano: porque podemos. Pero realmente no es sólo por eso. Yo pensaba que sabía hablar y escribir en gallego, pero me he dado cuenta de que no. La Mesa pola Normalización Lingüística me ha puesto en mi sitio y ha decidido que para ser un hablante de tomo y lomo, un pedazo de hablante, vaya, tengo que utilizar una variedad de la lengua que no se habla en ninguna parte del territorio, ni nada que se le parezca. Reintegracionismo, creo que le llamaban antes a esa corriente (ya no es necesario, ahora es simplemente el estándar). La idea consiste en que el gallego nunca debería haber padecido la opresión centralista (del Reino de Castilla primero, de Madrid después), así que se imagina un escenario ficticio en el que no hubiesen existido los siglos oscuros y se elucubra un modelo. Así surge el actual gallego normativo.
Por si el tono no lo deja suficientemente claro, considero esto una soberana estupidez, que sólo contribuye a aumentar el desconcierto entre los hablantes de esta -antes- hermosa lengua. Es el producto de mentes pasadas de rosca, algo así como si creásemos un estándar del castellano suponiendo lo que habría sido sin la influencia del árabe durante la Edad Media, por poner un simple ejemplo.
Así que no, lo admito, no sé hablar ni escribir en gallego. Ya no. Luego prefiero escribir en otra lengua oficial de este territorio, el castellano, de cuyas normas estoy más seguro y que, en caso de duda, me ofrece un fiel aliado en la figura de la Real Academia Española, una de las pocas instituciones que merecen mi absoluto respeto. La antítesis de esa casita de muñecas de alterne (que diría Sabina) que es la Mesa pola Normalización Lingüística.