0. La crítica social en el cine
Prácticamente todas las definiciones convencionales de cine social incluyen como componentes indispensables la actitud crítica en cuanto al punto de vista, los hechos sociales y los conflictos éticos que surgen en torno a los mismos como ámbito temático y el tratamiento realista en el plano argumental. Este último punto, no obstante, requiere una profunda revisión, más urgente si cabe en el contexto actual, en el que las transformaciones sociales se suceden a una velocidad vertiginosa y los efectos del progreso se dejan sentir de forma inmediata. Por lo tanto, evitaremos hablar de cine social como un subgénero propiamente dicho y optaremos por el concepto más preciso de cine de crítica social.
1. Crítica social y géneros cinematográficos
Cuatro son los géneros cinematográficos empleados fundamentalmente (aunque no exclusivamente) en el llamado cine social: el drama, el documental, la comedia y la ciencia ficción. Los dos primeros tienden a abordar los conflictos que pretenden denunciar de forma directa y, a menudo, sobreexpuesta (si bien merecen ser destacados los esfuerzos de autores como Juan José Campanella o Fabián Bielinsky por una mirada ‘oblicua’, más allá de la obviedad).
La ciencia ficción y la comedia (particularmente la sátira), en cambio, recurren a la analogía y la hipérbole, situando el problema fuera de su contexto real, por lo que el mensaje llega libre de prejuicios (convicciones políticas, religiosas, etc.) a los receptores, lo cual incrementa su capacidad argumentativa según los objetivos básicos de la retórica clásica: persuadere (persuadir), delectare (deleitar) y mouere (en su doble acepción de conmover y provocar, incitar).
Las fronteras entre los géneros son, no obstante, difusas, y rara vez una obra puede ser clasificada en un único género. En este estudio interesa particularmente la ciencia ficción o, de un modo más literal, la ficción científica (science fiction), cuyos límites respecto al género fantástico son a menudo inexistentes (la filmografía del director canadiense David Cronenberg es un buen ejemplo de ello). Al romper las cadenas del realismo, la ficción científica puede abordar con plena libertad cualquier problemática actual o hipotética.
A continuación, algunos ejemplos paradigmáticos de cuestiones sociales complejas llevadas al cine a través de la ciencia ficción.
2. El trabajo os hará libres
Entendemos por alienación el proceso por el cual un individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta que ésta se vuelve contradictoria con lo que es inherente a su condición. Es un concepto cercano al de deshumanización y, desde las teorías de Karl Marx, se entiende en términos de explotación del hombre por el hombre: hace referencia a cómo el trabajo en las sociedades industrializadas despoja al trabajador de su libertad, su autonomía y, en última instancia, de lo que lo hace humano.
En la entrada del campo de concentración de Auschwitz puede leerse la inscripción “el trabajo os hará libres”, que persiste como recuerdo de la última broma macabra de la Alemania nazi. Algunos años antes del auge del nacionalsocialismo, el director austríaco Fritz Lang esbozó en su obra Metrópolis (1926) una fábula de reminiscencias bíblicas con una mirada lúcida a la lucha de clases. Impactante por su arquitectura narrativa y la fuerza expresiva de sus imágenes, Metrópolis fusiona la crítica a la mecanización, la alienación de los trabajadores y la opresión de las clases poderosas.
Las escenas que recrean el trabajo de los obreros como un proceso mecánico, agotador y, sobre todo, absurdo, inspirarían, sin duda, a Charles Chaplin en su mordaz e hilarante Tiempos Modernos (1936), si bien en la segunda entra en escena un nuevo elemento, el desempleo. No podía ser de otro modo cuando aún se sentía la fuerza de la onda expansiva del crack del 29. Ambas obras comparten una visión determinista-fatalista (de fatum, destino) del orden social (el individuo se resigna a su suerte) y una crítica ácida a las élites políticas e intelectuales, para las que la única lógica aceptable es la del beneficio económico.
3. Esclavitud y colonialismo
Los avances tecnológicos de los dos últimos siglos han disparado las fantasías acerca del viejo anhelo humano de crear seres ‘vivos’ con conciencia propia a su imagen y semejanza. Cuando esto sucede, las motivaciones pueden ser sentimentales e ingenuas como en el cuento de Carlo Collodi Las aventuras de Pinocchio, adaptado en la ciencia ficción en películas como Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001), pero también puramente económicas y utilitaristas, con todo lo que ello conlleva.
En Blade Runner (Ridley Scott, 1982), los hombres establecen mecanismos de control para evitar la emancipación de los replicantes, seres cibernéticos de apariencia idéntica a la humana. El hombre da vida a una nueva ‘raza’ de criaturas y les otorga a éstas no sólo poder (son más fuertes y ágiles y, al menos, igual de inteligentes que los ingenieros que los crearon) sino conciencia. Sin embargo, en lugar de reconocer a los replicantes como semejantes, los utiliza para los trabajos más pesados y peligrosos, lo cual acaba desembocando en una sangrienta rebelión. El replicante Roy Batty (Rutger Hauer) explica a la perfección lo que significa la esclavitud en esta inolvidable escena:
Esta situación nos remite inevitablemente a la tendencia a la dominación, desde el Egipto faraónico a los talleres de las grandes multinacionales en los países del segundo y tercer mundo, pasando por el circo romano y el expansionismo colonial europeo. Pero las fantasías sobre la rebelión de las máquinas ofrecen además una segunda lectura…
Pensemos en el argumento de la serie de culto Battlestar Galactica: Los cylons, una raza cibernética que ha desarrollado un enorme potencial militar gracias a los humanos (sus creadores), lanzan un ataque por sorpresa contra el corazón del sistema, las 12 colonias de Kobol. Basta con cambiar los nombres de los protagonistas para apreciar la crítica abierta: donde hemos dicho humanos, diremos gobierno estadounidense; donde cylons, Bin Laden; donde 12 colonias, Torres Gemelas. La idea es clara: todos, individual y colectivamente, hemos de responder antes o después de nuestros actos, luego debemos valorar moralmente el sentido que guía tales actos.
4. La servidumbre voluntaria
Con una enorme carga filosófico-existencial, The Matrix (Larry y Andy Wachowski, 1999), plantea una profunda reflexión acerca de algunos de los efectos del progreso o el orden social y cómo ambos son asumidos de forma acrítica por sus miembros. Uno de los aspectos más interesantes de la cinta tiene sus raíces en el Discurso de la servidumbre voluntaria planteado por Étienne de La Boétie en el siglo XVI.
La Boétie creía que lo único que sostiene el dominio de unos pocos sobre muchos es la esclavitud autoimpuesta, que nace del fomento por parte del poder establecido de un sistema educativo que estimule la idea de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y, al mismo tiempo, disipe la atención respecto a la cuestión fundamental de la libertad a través de costumbres y hábitos que conforman un nuevo sistema de valores (en nuestros tiempos: consumismo, tiranía de la imagen, etc.). Recordemos, una vez más, el contexto del autor, precedente inmediato de la Revolución Francesa.
Morpheo intenta hacer comprender a Neo que las mentes de quienes tratan de liberar no están preparadas para asumir que, verdaderamente, no viven en el mejor de los mundos posibles. La comodidad prima sobre la libertad y ello los convierte en los principales defensores del sistema.
Cypher (Cifra), el personaje interpretado por Joe Pantoliano, encarna al Judas posmoderno pero, al igual que éste, sus motivaciones son profundamente humanas. Afirma sin reparos: “la ignorancia es la felicidad” y va más allá: “no quiero acordarme de nada”. Los hermanos Wachowski se valen de Cypher para retratar el impulso humano de extender un velo sobre la realidad para silenciar la conciencia: si no lo veo, si no lo sé, no existe.
5. La pantalla de televisión es la retina del ojo de la mente
Videodrome (David Cronenberg, 1983) es, probablemente, una de las más profundas reflexiones cinematográficas acerca de los peligros de la búsqueda constante del ser humano de estímulos sensoriales cada vez más intensos. Adquiere, pues, un papel central el fenómeno de la tolerancia (necesidad de incrementar la dosis de un fármaco o droga para lograr los mismos efectos que inicialmente se conseguían con cantidades menores).
Max Renn (James Woods) es el director de programación de una pequeña cadena de televisión que, para sobrevivir en un mercado que tiende a la saturación, ofrece a su audiencia "lo que no pueden conseguir en ninguna otra parte", es decir, estímulos cada vez más fuertes, esencialmente de carácter violento, sexual o ambos.
La vida de Renn da un vuelco cuando descubre Videodrome, una misteriosa emisión con capacidad psicoativa: altera la percepción sensorial y la conciencia. Desde el momento en que se expone a los efectos de Videodrome, comienza para el protagonista una carrera contra reloj frente a un proceso irreversible de corrupción, lo que en el lenguaje de Cronenberg queda libre de prejuicios morales para convertirse, prácticamente, en sinónimo de evolución.
Para el director canadiense, además, esta corrupción actúa a un doble nivel: "primero controla tu mente, luego destruye tu cuerpo". El progreso científico y sus enormes posibilidades para transformar rápidamente no sólo el entorno sino al ser humano mismo es el eje vertebrador de la filmografía de David Cronenberg, de la cual Videodrome es, a un tiempo, síntesis y punto de partida hacia un nuevo enfoque de la realidad.
6. Seguridad vs libertad
“Aquellos que cederían la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad”. Benjamin Franklin. Resulta cuando menos curioso que, siendo Benjamin Franklin uno de los llamados ‘padres fundadores’ de Estados Unidos y dado el apego de la sociedad estadounidense a sus símbolos nacionales, la idea fundamental expuesta por el político de Boston haya pasado al más absoluto abandono.
Una de las películas que más enfatizan el peligro del recorte de libertades y derechos fundamentales de los individuos es Minority Report (Steven Spielberg, 2002). La acción se desarrolla en una sociedad futurista que dispone de una tecnología psíquica, el llamado programa ‘Precrimen’, que permite prever el futuro y arrestar a los asesinos antes de que lleguen a cometer sus crímenes. Partiendo de esta premisa ficticia, se recrean situaciones sociales que se dan de hecho en la sociedad actual. Entre los escáneres de los aeropuertos estadounidenses y los ‘espiarañas’ de Minority Report sólo hay una diferencia tecnológica, pero no ético-social.
En esta sociedad futurista, los asesinos son arrestados y confinados en cámaras de aislamiento, suspendiendo sus funciones vitales pero sin desactivar su conciencia. Al margen del método, este sistema penal se basa en la idea de que, moralmente, un el criminal debe ser castigado aunque el crimen haya sido evitado. Por supuesto, la burocracia judicial no tiene cabida aquí, ya que las sentencias son de aplicación inmediata.
La demostración de que el sistema no es, como se pensaba, infalible, acaba desembocando en el abandono del programa ‘Precrimen’, a pesar de que, aun con sus imperfecciones, se había probado su eficacia en la lucha contra el crimen. En Minority Report, al menos parcialmente, la libertad triunfa frente a la seguridad.
7. La sátira futurista
Aunque existen, sin duda, muchas otras películas que combinan la ciencia ficción y la sátira, nos centraremos aquí en tres que, por diferentes motivos, resultan paradigmáticas: El dormilón (Woody Allen, 1973), Brazil (Terry Gilliam, 1985) y Starship Troopers (Paul Verhoeven, 1997).
7.1 El dormilón
En El dormilón Woody Allen pone en tela de juicio las supuestas certezas del conocimiento científico y cómo éstas influyen en los hábitos sociales. No es casual que el protagonista de la cinta, Miles Monroe, que despierta en el año 2174 tras 200 años de hibernación, fuese en el siglo XX propietario de una tienda de comida sana. Allen se sirve de este aspecto para fantasear con descubrimientos futuros que demuestran que los alimentos verdaderamente saludables son los denostados en el siglo XX (grasas saturadas, azúcares refinados...).
Podrá objetarse que existen pruebas empíricas de lo contrario, pero no es menos cierto que la historia de la ciencia no es sólo acumulativa, sino también dialéctica, y lo que antes fueron hechos irrefutables hoy son considerados falacias. Por seguir con el mismo ejemplo, basta con analizar los resultados de las investigaciones acerca de la necesidad de leche en personas adultas. Lo que antaño era una fuente imprescindible de calcio hoy es un un agente debilitador del sistema inmunitario.
Si, como hemos visto, los resultados obtenidos por el método científico son cuestionables, otro tanto sucede con disciplinas humanísticas como la historia. Cuando Monroe resume con dos pinceladas la relevancia de algunos personajes históricos pone de manifiesto lo ‘falseable’ de los datos históricos, pero también lo inconexo e impreciso del conocimiento humano en la sociedad actual.
7.2 Brazil
Brazil es una delirante tragicomedia dirigida por Terry Gilliam, miembro del célebre (y celebrado) grupo humorístico británico Monty Python. Gilliam propone una vuelta de tuerca adicional a la visión (planteada de forma magistral por George Orwell en su novela 1984 de una sociedad burocratizada hasta el extremo y en la que nada escapa al control del sistema (el Gran Hermano orwelliano).
Si bien Brazil comparte con 1984 el rechazo a las formas de control social de los regímenes comunistas del siglo XX, se diferencia de ésta no sólo en su humor ácido y por momentos absurdo (frente al dramatismo de Orwell) sino en que su crítica va un paso más allá poniendo también sobre la mesa lo más excesivo e irracional del estado de bienestar promovido por el capitalismo tardío. Su visión de las denominadas 'tendencias' (cirugía estética, moda, arte contemporáneo...), que absorben buena parte de la atención de la nueva burguesía, no tiene desperdicio.
Tanto Orwell como Gilliam consiguen, aun partiendo de códigos diferentes, recrear una atmósfera deprimente y asfixiante, donde no sólo destaca la ausencia de libertades individuales, sino la resignación con la que ésta es asumida por la población. "Si hay alguna esperanza, está en los proles (proletarios)", escribió Orwell. Sin embargo, tanto en 1984 como en Brazil, llegamos a la misma conclusión: si la esperanza está en los proles, abandonemos toda esperanza.
7.3 Starship Troopers
La película de Paul Verhoeven Starship Troopers es una de las grandes olvidadas entre las obras emblemáticas de la ciencia ficción. El director holandés plantea una crítica frontal al sistema social estadounidense de los 90 y para ello utiliza los códigos cinematográficos del cine hollywoodiense más taquillero.
Denostada por gran parte de la crítica en su lectura más superficial, Starship Troopers contiene interesantes reflexiones (en forma de puro esperpento) acerca de la propaganda gubernamental, el belicismo, el sistema penal o la sociedad del entreteniento. Verhoeven recrea un escenario bélico (y, lo que es más importante, el clima social que lo acompaña) análogo al de la Guerra del Golfo, no sólo por su génesis y desarrollo, sino también todo lo sórdido de una guerra retransmitida en directo según los códigos cinematográficos.
Las imágenes de la Cadena Federal ocupan un lugar central en el metraje de la cinta y presentan de forma hiperbólica algunos de los aspectos más cuestionables del sistema social del país más poderoso del mundo. Valga como ejemplo la escena del tribunal: “Esta mañana fue apresado y juzgado un asesino. Sentencia: la muerte. La ejecución: hoy a las 6 p.m., en toda la red y en todos los canales. ¿Desea saber más?”.
En apenas 14 segundos, Verhoeven carga contra la espectacularización y el morbo, el ansia de justicia-venganza administrada lo más rápidamente posible y la cultura del hipertexto, que permite en la teoría el acceso a toda la información pero que, en la práctica, promueve una visión superficial de la realidad: la atomización y descontextualización de la información no sólo no conducen al conocimiento, sino que producen desinformación.
8. Una nueva esperanza
La película Star Wars (George Lucas, 1977) no incluyó el subtítulo Episodio IV: Una nueva esperanza hasta la aparición de su secuela, El Imperio contraataca. Con un marcado espíritu pro democrático en el ámbito temático y plagada de referencias a clásicos de la literatura fantástica y de ciencia ficción, desde el ciclo artúrico hasta Dune (también llevada al cine por David Lynch), Star Wars marcó un hito en la historia del cine, catalogada como película cultural, estética o históricamente relevante por la filmoteca National Film Registry. Asimismo, el guión de Lucas fue elegido entre los mejores de la historia por el gremio Writers Guild of America.
George Lucas, David Cronenberg, Steven Spielberg, Ridley Scott, Fritz Lang… Todos ellos han demostrado a través de su filmografía (aunque en algunos casos sea, al menos, irregular) que las posibilidades de la ciencia ficción son casi infinitas tanto para la experimentación de nuevas fórmulas expresivas como para la recreación de universos multirreferenciales. Por todo ello, en una sociedad saturada de estímulos y anhelante de constantes novedades, este género se presenta como una nueva esperanza para la crítica social en términos de divulgación, lo que significa hacer comprensibles mensajes complejos para públicos amplios y heterogéneos.
domingo, 20 de junio de 2010
Ciencia ficción. Una nueva esperanza para la crítica social
lunes, 1 de marzo de 2010
El cine que susurra
Como observador externo y no implicado, siempre he valorado especialmente esa forma tan particular de los directores argentinos de llevar a la pantalla lo que en España se suele llamar ‘cine social’. Tengo la sensación de que, para ellos, no existe esa etiqueta, precisamente porque tienen muy claras dos cuestiones: la redundancia y la efectividad.
Redundancia porque, en gran medida, el cine de ficción es, como la novela, un intento por llegar al alma de las cosas a través de los comportamientos de las personas, que a su vez son indesligables de su entorno. Luego cine humano (psicológico, si se quiere) y cine social vienen a ser (habitualmente, aunque no siempre) un mismo concepto.
Efectividad porque todos sabemos, intuitivamente, que la mejor forma de que un mensaje difundido masivamente llegue a calar en un colectivo es a través del entretenimiento. Por algo incluso en las facultades de Medicina se sigue aludiendo a aquella maravillosa serie de dibujos animados llamada ‘Érase una vez… el cuerpo humano’. En este caso, lo que hace diferente al cine argentino son las técnicas de distracción.
De León de Aranoa a Médem
En España también tenemos problemas sociales graves y hay quienes se atreven a abordarlos en el cine. ‘Los lunes al sol’, ‘Barrio’ o ‘Princesas’ (todas ellas dirigidas por Fernando León de Aranoa) afrontan, respectivamente, dramas humanos como el desempleo, la vida cerca del umbral de la pobreza y la prostitución con una mirada lúcida, aunque quizá demasiado directa, sobreexpuesta en términos fotográficos. Pedro Almodóvar, a su modo, también ha hecho ‘cine social’, pero si el objeto es para él diferente (le interesa no la norma sino la desviación), la forma de mirar es la misma: frontal y desde dentro.
Otros grandes directores españoles, como Julio Médem o Alejandro Amenábar, tienden a situar a sus personajes en entornos irreales, atemporales y apolíticos. Excepcionalmente, Médem sintió la necesidad de ahondar en la cuestión del independentismo vasco, pero optó por el género documental (no ficción): paradójicamente, aunque su cinta es un ejemplo de objetividad periodística, se ganó críticas desaforadas y antipatías irracionales. Fernando Trueba también recurrió al documental en ‘El milagro de Candeal’ y en ‘Blanco y Negro’, pero en la primera el marco era una favela de Salvador de Bahía (Brasil) y el segundo es un canto sentido pero superficial al arte del flamenco.
Campanella, Bielinsky, Aristarain
Cuando pienso en cine argentino, tres nombres me vienen a la cabeza por su proyección externa: Campanella, Bielinsky y Aristarain. Busco desesperadamente un nexo entre ellos. Se me ocurre que podríamos preguntar a un grupo heterogéneo de espectadores de qué tratan ‘El secreto de sus ojos’, ‘Nueve reinas’ y ‘Roma’, pongamos por caso. La investigación de un crimen, las peripecias de dos timadores de poca monta, la evolución personal de un escritor argentino…
La corrupción del sistema político, las deficiencias del sistema financiero y la emigración son, en realidad, los temas principales de todas ellas, pero la reflexión acerca de esos problemas no es tosca, directa, protagónica, sino que se aborda de forma tangencial, de tal modo que el mensaje, en lugar de llegar a oleadas, se cuela como el agua por los poros de una esponja. De ahí su eficacia en términos comunicativos. De los directores anteriores, Aristarain, por su estilo progresivamente más ‘filo europeo’, es quien más se aleja de la pauta y, aunque su talento es innegable, también es quien aporta menos matices a la narración.
No se trata sólo de una elección personal, el cine es el reflejo de los gustos de una sociedad. En ese sentido, es apreciable que los artistas argentinos mantengan la confianza en que se puede captar la atención del público mediante el susurro mientras la mitad del planeta se entrega ciegamente al éxtasis del ruido hollywoodiense. Tanto, tanto ruido…
martes, 16 de febrero de 2010
Estimada I.:
Ni en mis más optimistas ensoñaciones habría imaginado que su consejo podía traerme tantas y tan inesperadas satisfacciones. Hablé con T., como sugirió en nuestra última conversación, y la encontré incluso más solícita de lo que usted había aventurado. Aceptó una primera cita en la catedral, entre confesiones anónimas y peregrinos sudorosos, lo cual me hizo pensar que, probablemente, si me la hubiese llevado a una sala X, como Travis a Betsy, no habría opuesto resistencia alguna.
Para mi sorpresa, al igual que usted (no malentienda el tono de la comparación), T. mostró de inmediato su predilección por el cine como tema de conversación, lo cual -por qué negarlo- no sólo precipitó los acontecimientos sino que también evitó molestos equívocos. Fue ella quien sugirió que, si me complacía, podía llamarla Cécile cuando hiciésemos el amor. Lo hizo susurrando, mientras de fondo creo que recordar que se escuchaba “cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros”.
La coincidencia le parecerá cómica, cuando no un mero embuste, pero le aseguro que fue exactamente cómo se lo he relatado y que, desde ese preciso instante, no pude apartar de mi mente la imagen T. de rodillas sobre el lodo, con el pelo enfangado y la cabeza ligeramente hundida en un charco, la espalda arqueada y el culo en pompa, y ese gran ojo mirándome desafiante. Esa pretendida inocencia, tan seductora para usted, se me apareció de pronto ficticia y un tanto pueril, pero quizá por ello tanto más excitante.
Soy consciente de que, antes incluso de que T. y yo nos conociésemos, usted misma se recreaba constantemente con esa imagen, aunque no alcanzaba a ver con nitidez cuál era su lugar, si el de la gran masturbadora omnipotente o el de la mujer desprendida de todo pudor, recreándose en el delicioso instante previo a la penetración, toda ella sujeto de seducción en un sentido plenamente biológico.
Solamente alcancé a comprender con claridad la situación cuando desnudé a T. en el sofá de mi estudio, me arrodillé en el suelo y separé suavemente sus piernas. Me detuve en ese momento, disfrutando por primera vez de un atisbo de auténtica turbación en su rostro, prolongué la situación, contemplándola, ahora sí, verdaderamente desnuda. Y a medida que acercaba mis labios a su sexo entendí que era justo ahí donde usted había deseado estar desde el principio.
Habría sido muy considerado por mi parte asumir con naturalidad el cambio de personaje ante esta revelación y hacerle entender que la dulzura con la que siempre he actuado con usted es en realidad lo que ella anhelaba y que, desde ese momento, estaría preparada para desprenderse de las reservas que, estoy convencido, había mostrado previamente para entregarle su cuerpo. En lugar de eso, alcé la vista hacia sus ojos, mirándola fijamente durante largo tiempo, me abalancé sobre ella y la penetré sin contemplaciones.
Ya lo ve, querida I., no era una simple jovencita desorientada esperando una mano tendida que la alejase del mundanal ruido rumbo al país encantado de Oz. Nuestra Dorothy se rindió no al mago ni a la bruja, sino al pusilánime espantapájaros. Y en ello encontré un placer tan liberador como nunca antes había conocido y al que no estoy dispuesto a renunciar. Usted misma había dicho que lo nuestro violaba las convenciones de su profesión, así que, si tiene a bien notificarme cuánto le debo por las últimas consultas y una vez abonado el importe, puede considerarme en adelante su ex paciente. Mi más sincera gratitud.
El secreto de la Celda
El torrente de premios Goya a Celda 211 me ha dejado decepcionado, aunque no porque no me haya parecido una película apreciable, incluso diría que necesaria: el gran público necesita productos como el dirigido por Daniel Monzón para dejar a un lado unos prejuicios respecto al cine español que, por otra parte, han sido cuidadosamente alimentados durante años por la propia industria.
Sin embargo, tengo la sensación de que ha primado para el jurado esa necesidad de cambio sobre la calidad pura y dura de los filmes y las interpretaciones. No lo digo por Luis Tosar, que, si bien procuro no dejarme cegar por el patrioterismo gallego, tampoco voy a caer en el otro extremo y negar que su personaje 'Malamadre' ha sido uno de los mejores que he visto en los últimos tiempos.
Categorías
Los problemas comienzan con la selección de nominados por categorías. Si Tosar es el actor protagonista de Celda 211, ¿qué rol desempeña Alberto Ammann? No creo que tengan, ni mucho menos, el mismo peso en la narración, si bien peso y carisma no son la misma cosa. La lectura me parece evidente: colocamos a Tosar en la lucha por el premio al mejor actor y al chaval le damos el de mejor actor revelación. Y aquí paz y después gloria.
Que Ricardo Darín se fuese de vacío a pesar de sus dos nominaciones me entristece, pero no me atrevo a decir que es injusto. Lo que no alcanzo a comprender es qué demonios ha visto el jurado en la interpretación de Marta Etura para considerarla merecedora del galardón a la mejor actriz de reparto. Si alguien se merecía esa distinción era Soledad Villamil (El secreto de sus ojos), pero todo posible debate al respecto queda zanjado al seleccionarla en la categoría de mejor actriz revelación.
Villamil cumplirá el próximo mes de junio 41 años y ha participado en películas como No sos vos, soy yo (2004) o El mismo amor, la misma lluvia (1999) (en ésta última, al igual que en El secreto de sus ojos, formando reparto con Darín y bajo la dirección de Juan José Campanella). Se podrá aducir que un actor puede ser considerado 'revelación' independientemente de su edad, pero, desde luego, no creo que el espíritu de este premio deba ser el de afianzar trayectorias ya consolidadas.
Campanella vs Monzón
Confieso que, después de que Celda 211 haya sido distignguida como mejor película y su director, Daniel Monzón, como mejor director, me cuesta verlos a ambos, obra y autor, con los mismos ojos. La Academia quiere desprenderse de ese olor a rancio que la ha impregnado durante tanto tiempo, pero toda revolución tiene sus víctimas. En este caso, les ha tocado a Campanella y a El secreto de sus ojos.
El pecado del director argentino ha sido crear un relato complejo y sutil, emocionante no por lo sensacionalista, sino por la capacidad evocadora del sentimiento contenido. Vamos, lo que los consumidores vienen a definir como 'cine-coñazo', ése en el que no se malgasta ni una bala, ni una mueca, ni una lágrima.
Monzón le ha ganado la partida a Campanella, para quien sólo quedaron algunas migajas (mejor película hispanoamericana). Celda 211 se ha llevado los galardones a la mejor película, el mejor director y el mejor guión adaptado (a pesar de su argumento mínimo y su escaso desarrollo de tramas secundarias). Victorias, todas ellas, más que discutibles. Al bonaerense le queda, no obstante, el cartucho final, su nominación al Óscar como mejor película de habla no inglesa. Más suerte en Los Ángeles, viejo.
sábado, 27 de septiembre de 2008
Adiós al 'David' moderno
De la serie 'De mayor quiero ser, publicado en http://www.fotolog.com/andresrivas.
No, no es el David de Miguel Ángel, aunque, ciertamente, el parecido es innegable. Guapo a rabiar, Paul Newman fue desde joven esclavo de su priviliegiada presencia física, lo que propició que, aunque su intención original cuando ingresó en el Actor´s Studio era la de convertirse en director, acabase delante y no detrás de las cámaras, para regocijo de al menos tres generaciones de mujeres de todo el mundo. Y de hombres, claro.
Aunque a lo largo de su carrera acumuló ocho nominaciones al Oscar, sólo recogió uno, como mejor actor, por su papel en 'El color del dinero', película en la que su magnetismo impregnaba incluso al insulso Tom Cruise, que daba muestras de que, siempre y cuando se limitase a interpretarse a sí mismo (en Magnolia llega a la cumbre de sus posibilidades como actor), sería un producto más que aprovechable para el cine.
No puedo por menos que rendir este pequeño homenaje a un acaparador de talento, capaz de encarnar de forma sobrecogedora al personaje de Brick Pollitt -qué cachondo Tennesse Williams escogiendo los nombres- en 'La gata sobre el tejado de zinc (caliente)' y, lejos de los estudios, subirse a un Porsche 935 (no viene a cuento, pero recuerdo que fue mi primer coche de Scalextric) y acabar segundo en las 24 Horas de Le Mans. Ah, ¿he mencionado que además era guapo a rabiar?
*Paul Newman falleció hoy sábado, 27 de septiembre de 2008, en su casa, a los 83 años de edad tras una larga convalecencia, aquejado de cáncer de pulmón. El actor estadounidense había abandonado el hospital hace un mes y medio para pasar sus últimas semanas de vida junto a su familia.
martes, 23 de septiembre de 2008
La belleza perenne
De la serie 'Mitos eróticos', publicado en http://www.
fotolog.com/
andresrivas
No me las daré de entendido: la filmografía de Emmanuelle Beart me es absolutamente desconocida, a excepción de un par de títulos relativamente recientes como Nathalie X y Ocho mujeres. Pero, al fin y al cabo, ¿esta sección no va de mitos eróticos? Pues eso, al lío.
Emma (dejadme la ilusión de la familiaridad) es, a sus 43 años, paradigma de esa belleza sosegada y cálida a la vez que deja en quien la observa detenidamente la sensación de lo perenne, lo que no puede corromperse jamás. Diría que es la Bellucci (44 años) francesa, pero seguramente estaría siendo injusto con ambas.
En un mundo, el del espectáculo, que parece querer afianzar un modelo estético basado única y exclusivamente en la juventud, el sólido atractivo de mujeres como Emmanuelle Beart es, (¿)paradójicamente(?) un soplo de aire fresco.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Cerdos y diamantes
De la serie 'D-cine', publicado en en http://www.fotolog.
com/andresrivas
Aparte de salir con Madonna y 'hacerle' un engendro como Barridos por la marea, directo al hit parade histórico de los premios Razzies, Guy Ritchie demostró en su momento que tiene el talento necesario para realizar películas tan míticas como Lock, stock and two smoking barrels (conocida simplemente como Lock & stock) o Snatch (en España, distribuida con el subtítulo 'Cerdos y diamantes').
Aunque el protagonista de la cinta es Jason Statham (en el papel de Turco), el resto de personajes destilan carisma por los cuatro costados, lo que sin duda es una prueba del buen trabajo tanto de guion como de dirección. Profesionales de la violencia como Boris 'el Esquiva-Balas', Tony 'Dientes de Bala' o Franky 'Cuatro Dedos' se enfrentan entre sí en una historia delirante para recuperar unos diamantes robados que se han extraviado.
Mención aparte merece el gitano Mickey O'Neil, interpretado por Brad Pitt en uno de sus papeles más gloriosos. Mención aparte por el peso que su personaje adquiere, en buena medida gracias a su excelente actuación, y también porque vale la pena recordar que el señor Pitt es mucho más que el guapito-de-cara esposo de la Jolie.
lunes, 15 de septiembre de 2008
Las piernas más caras del mundo
De la serie 'Mitos eróticos', publicado en http://www.fotolog.com/andresrivas
A muchos os sonará a chino el nombre de Tula Ellice Finklea (yo el primero, antes de documentarme, vamos). Si os digo que esta belleza texana, excepcionalmente dotada para el baile, pasó a la posteridad con el nombre artístico de Cyd, al que posteriormente añadió el apellido de su primer esposo, Nico Charisse, ya vamos ubicándonos, ¿verdad?
Cyd Charisse marcó una época participando en los más famosos musicales de la edad dorada de Hollywood, junto a estrellas de la talla de Fred Astaire o Gene Kelly. Salta a la vista, además de por su biografía, cuál era su mayor activo: sus piernas; tanto que en 1952 firmó un seguro por valor de 5 millones de dólares para protegerlas, lo que el Libro Guiness calificó en 2001 como un récord mundial.
Recientemente fallecida (18 de junio de 2008), al margen de su indudable talento (si es que se puede apartar el carisma del atractivo), mis hormonas me exigen que la destaque como uno de los mitos eróticos del siglo XX.
sábado, 13 de septiembre de 2008
Primero controla tu mente...
(De la serie 'D-cine', en http://www.fotolog.com/andresrivas) Videodrome (David Cronenberg, 1983) es, probablemente, una de las más profundas reflexiones cinematográficas acerca de los peligros de la búsqueda constante del ser humano de estímulos sensoriales cada vez más intensos. Adquiere, pues, un papel central el fenómeno de la tolerancia (necesidad de incrementar la dosis de un fármaco o droga para lograr los mismos efectos que inicialmente se conseguían con cantidades menores). Max Renn (James Woods) es el director de programación de una pequeña cadena de televisión que, para sobrevivir en un mercado que tiende a la saturación, ofrece a su audiencia "lo que no pueden conseguir en ninguna otra parte", es decir, estímulos cada vez más fuertes, esencialmente de carácter violento, sexual o ambos. Su vida da un vuelco cuando descubre Videodrome, una misteriosa emisión con capacidad psicoativa: altera la percepción sensorial y la conciencia. Desde el momento en que se expone a los efectos de Videodrome, comienza para Max una carrera contra reloj frente a un proceso irreversible de corrupción, lo que en el lenguaje de Cronenberg queda libre de prejuicios morales para convertirse, prácticamente, en sinónimo de evolución. Para el director canadiense, además, esta corrupción actúa a un doble nivel: "primero controla tu mente, luego destruye tu cuerpo". El progreso científico y sus enormes posibilidades para transformar rápidamente no sólo el entorno sino al ser humano mismo es el eje vertebrador de la filmografía de David Cronenberg, de la cual Videodrome es, a un tiempo, síntesis y punto de partida hacia un nuevo enfoque de la realidad.
viernes, 12 de septiembre de 2008
Especialista Mike
(De la serie 'Malos con carisma', publicado en http://www.fotolog.com/andresrivas)
Tarantino tiene un feeling especial con un cierto tipo de actor (algo que en gran medida comparte con su colega Robert Rodríguez), que normalmente identificamos con viejas glorias venidas a menos, como fue el caso de David Carradine en Kill Bill o, más recientemente, nuestro malo de hoy, Especialista Mike, al que da vida Kurt Russell en Death Proof.
Hay dos características esenciales para que un malo maloso pase a ser, además, un malo legendario. La primera es una inteligencia portentosa (Jocker, Lecter, etc.) y, sin duda, no es el punto fuerte del 'bueno' de Mike, quien exuda, sin embargo, litros de la segunda condición: está como unas maracas.
Lo malo de los locos y de los tontos (si reúnen los dos requisitos, más que sumarse se multiplican) es que cuando uno se sitúa en su punto de mira sólo puede apartarse por tres vías: por puro azar, muriendo o matando. Así que cuando empezamos a entender el funcionamiento del (¿)cerebro(?) de 'Stuntman' Mike ya sabemos que la tendencia natural de los acontecimientos es a acabar como el rosario de la aurora. ¡Y cómo nos gusta eso, eh, Quentin!
jueves, 31 de julio de 2008
Nos espanta, nos seduce
Preámbulo: Paciente y agente
Siempre he sentido una enorme fascinación por los temores humanos. Los criterios para clasificarlos son numerosísimos, aunque a un nivel básico podrían plantearse tres grandes grupos en función del tipo de amenaza o inquietud que los genera:
- De origen natural.
- De origen sobrenatural.
- De origen desconocido.
Sin embargo, he optado por otro método, centrado más en el paciente que en el agente, pues más que por su condición de mecanismo de protección, el miedo me interesa en este caso por su valor como fuente de inspiración artística, concretamente en el ámbito cinematográfico. La angustia ante lo que no se conoce o comprende, la incertidumbre, el dolor y/o el hecho de ‘dejar de ser’ (bien por muerte, bien por alienación) impregnan todas y cada una de las manifestaciones del terror.
Naturaleza: El desasosiego de sentirse vulnerable
El cine de catástrofes es uno de los subgéneros con mayor aceptación, con todo lo que conlleva: desde un amplio campo referencial hasta un elevado número de bodrios infumables. Con todo, títulos de la talla de El Coloso en llamas y Terremoto compensan que la promesa de un éxito seguro en taquilla animase a más de uno a perpetrar ‘joyas’ del nivel de Pánico en el túnel.
Los parajes extremos, como las profundidades marinas (Abyss) o las montañas (Viven) provocan una inevitable sensación de desprotección. Kubrick lo aprovechó a la perfección en 2001: Una odisea del espacio; no sólo en el confuso desenlace sino, sobre todo, en la angustiosa escena en la que HAL -cerebro electrónico de la nave en la que se desarrolla la acción principal- se libra sin reparos de uno de los tripulantes.¿Y qué suele haber en lugares salvajes? Exacto, criaturas con las que, de buenas a primeras, uno no querría compartir mesa. Pueden ser pequeñas como las tejedoras de Aracnofobia o del descomunal tamaño de Godzilla y King Kong. Incluso animales que generalmente resultan entrañables pierden los modales si el que mueve los hilos responde al nombre de Hitchcock (Los pájaros). Mención aparte merecen los habitantes de mares y ríos (Tiburón, Piraña), por su voracidad en un medio en el que los humanos resultamos presas fáciles.
Entre los depredadores se encuentran también a menudo los alienígenas. Tanto si pretenden alimentarse de las magras carnes de Sigourney Weaver (Alien, el octavo pasajero) como si su interés es la caza recreativa (Depredador) o la cópula (Species), los ‘marcianos’ se han ganado una merecida mala fama; de esto sabe un rato el científico al que da vida Pierce Brosnan en Mars Attacks, descacharrante parodia del género a cargo del genial Tim Burton, que sabe moverse -casi siempre- en la fina línea que separa lo cómico de lo espeluznante.
El lado oscuro: Un problema de actitud
Los (anti)héroes de esta categoría son los psicópatas, que destacan por su desesperante tendencia a salirse con la suya, lo que da lugar a sagas interminables. Pesadilla en Elm Street, Viernes 13 y La matanza de Texas se reparten el podio -el orden ya es más discutible-, seguidos de cerca por Scream que, aun careciendo de malvado(s) equiparable(s) en poder y perversidad a Freddy, Jason y Leatherface, merece al menos diploma olímpico por su contribución al resurgir del ‘giallo’.
Por sus incomprendidos gustos culinarios, los vampiros y caníbales gozan también de una imagen no muy popular. Drácula es el único de estos seres que conserva cierto halo romántico, lo que lo convierte en una figura universal y perenne, de un magnetismo innegable. Entre este grupo y el anterior se sitúa como nexo imprescindible el doctor Hannibal Lecter (El silencio de los corderos), paradigma del villano /in/: inteligente, imperturbable, inquietante, implacable.
Las criaturas que regresan del más allá (o que sencillamente nunca han pertenecido del todo al ‘acá’) son probablemente la forma más pura de la maldad en sí misma. It, Poltergeist y Posesión Infernal, entre otras, dan forma física al mal absoluto, mientras en La noche de los muertos vivientes, Cementerio de animales o La momia se rinde culto al pánico a quienes ya han visitado el reino de los muertos y no parecen estar del todo de acuerdo en quedarse allí sin rechistar.
Como ‘hay gente pa tó’, incluso algunos humanos normales (por decir algo) deciden decantarse por el sendero diabólico; son como cualquier grupo de adolescentes con las hormonas alteradas, sólo que en lugar de botellones celebran sacrificios de vírgenes. Cthulhu (La llamada de Cthulhu), surgido de la imaginación de H.P. Lovecraft, es el más popular de los dioses primigenios, capaz de rivalizar en número de adeptos con el mismísimo Satanás y su prole (El exorcista, La profecía).
La evolución: Progreso y daños colaterales
Si la Guerra Fría favoreció la expansión del fenómeno ovni, la consolidación del capitalismo ha traído consigo una serie de nuevos temores, entre los que destaca sobre todos la alienación del individuo, llevada al extremo en la multiversionada La invasión de los ladrones de cuerpos y presente en otras obras de culto clásicas (Metrópolis, Tiempos modernos) y más recientes (Dark City, Los Tommyknockers). Independientemente de la naturaleza de los que lo dirigen, el control absoluto del sistema y la pérdida de la identidad producen -quizá por familiaridad cotidiana- un pavor incontrolable. Tal vez el más esencialmente humano.
Las teorías maltusianas, basadas en la idea de que la población crece en progresión geométrica y los recursos en progresión aritmética, han causado muchos quebraderos de cabeza a los economistas, pero también han abonado el terreno para la aparición de filmes emblemáticos de la ciencia ficción. Del colapso de la civilización (Matrix) a la implantación de métodos de control demográfico tan funcionales como macabros (Soylent Green), la perspectiva de la decadencia de la especie humana hace que nos revolvamos incómodos de impotencia y culpa.
La corrupción y transformación del cuerpo han sido asimismo objetos de reflexión, de la que han surgido monstruos (La mosca, El retrato de Dorian Gray) que actúan como parábola moralizante sobre los peligros de jugar a pantocrátores . Y por si la mano imprudente del hombre no bastase como detonador del desastre, siempre hay algún virus dispuesto a mutar para poner de manifiesto nuestra eterna dualidad: somos tan frágiles como devastadores cuando autodestructivos (28 días después, El último hombre vivo). En tierra de nadie se encuentran los parásitos, desde los polizontes inesperados (Alien) hasta los experimentos que se desmadran (Vinieron de dentro de).
Finalmente, el culmen (provisionalmente) del ingenio humano, la máquina, no ha superado con el paso de los años las reticencias con las que la sociedad acogió su irrupción en los ámbitos laboral y doméstico. De la controversia entre defensores y detractores de la tecnología han nacido superordenadores (2001), ciborgs (Terminator) y coches homicidas (Christine), entre otros engendros inorgánicos. ¿El siguiente peldaño en la evolución?
martes, 24 de junio de 2008
No soy mala, es que me han dibujado así
Tanto en la novela como en el cine negro existe un personaje tan esencial como el protagonista, ese tipo duro de carácter austero y poco sutil; no hay (anti)héroe de Dashiell Hammett o Raymond Chandler bien perfilado sin la réplica de la ‘femme fatale’. Esta tarde, la sobremesa de Cuatro me hizo recordar que la ‘mujer’ que mejor se ha adaptado a ese rol –en mi personal y freak opinión- jamás tomó clases de interpretación, le bastaba con lucir curvas trazadas a golpe de pincel y lanzar besos como dardos. Responde al nombre de Jessica; apellido de casada, Rabbit. Además de sus imposibles contoneos ceñida en un vestido que pondría a prueba el recato de la mismísima Gilda Mundson, dejó para la historia del cine una célebre sentencia: “yo no soy mala, es que me han dibujado así”.
Esta misma frase podría haberla suscrito Holli Would, el travieso ‘dibu’ de la película ‘Cool World’ que toma forma humana en el cuerpo de una Kim Basinger más voluptuosa que nunca. Tanto Gabriel Byrne, de carne y hueso, como el alter ego en tinta de Brad Pitt se ven obligados a hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para evitar sucumbir a sus ‘dotes’ de persuasión… y no siempre lo consiguen. El envidiado marido de Angelina Jolie difícilmente podría imaginar que años más tarde se comprometería con la intérprete que dio vida a la heroína de videojuegos Lara Croft, otra criatura de medidas inverosímiles (tanto las del personaje como las de la actriz). Pocas celebridades han encarnado como ella la imagen de mujer fatal dentro y fuera de los estudios, con permiso de Marlene Dietrich o, en otro registro (el de pendón desorejado), Ava Gardner.
Algo tienen las mujeres difíciles que idiotiza (más si cabe) a los hombres. Probablemente no querríamos tener que compartir colchón a diario con ellas, pero su magnetismo sexual es innegable. Si tuviera que quedarme con tres chicas de dudosa reputación probablemente el bronce sería para Monica Belluci, en el papel de prostituta (atención, noticia) en la sorprendentemente divertida ‘¿Cuánto me Amas?’. La plata se la llevaría Deborah Harry en ‘Videodrome’, de David Cronenberg. Pero el oro, como premio a su perversidad sin límites, es sin duda para Glen Close como Isabelle de Merteuil en ‘Las Amistades Peligrosas’, porque llevar a John Malkovich a romperle (literalmente) el corazón a la mujer a la que ama, nada menos que Michelle Pfeiffer, sólo está al alcance de un selecto grupo de súcubos.
miércoles, 26 de marzo de 2008
Salva a la animadora, salva el mundo
Que las grandes expectativas suelen preceder a grandes decepciones es una lección que todos aprendemos ya en la infancia. Muchos quizá demasiado pronto. Si a pesar de todo nos esforzamos para tratar de obviar esa sombra que se cierne sobre cada una de nuestras esperanzas y seguimos siendo capaces de ilusionarnos como críos con los pequeños detalles, las puertas de Nunca Jamás seguirán siempre abiertas para nosotros. La huelga de guionistas en Hollywood ha dejado a millones de ‘niños perdidos’ con el alma en vilo a la espera de que se reanude la emisión de ‘Héroes’. Con un estilo narrativo muy próximo al cómic, Tim Kring ha realizado -como una vez me sugirió un buen amigo- “la serie que seguramente a él le hubiese gustado ver cuando era niño”.
¿Y a qué persona que conserve una pizca de imaginación no le atrae el tema de los superpoderes?
Para los profanos en la materia, ‘Héroes’ es una serie coral en la que las vidas de personas anónimas de diversas partes del mundo (principalmente estadounidenses, que para ellos viene a ser prácticamente lo mismo) se van entrelazando irremediablemente por efecto de aquello que los hace especiales: una serie de mutaciones genéticas les confieren capacidades sobrehumanas. El hilo conductor es la percepción del futuro a través de las habilidades de dos de sus protagonistas, Hiro Nakamura (capaz de romper el continuo espacio-tiempo) e Isaac Méndez (tiene el don de plasmarlo en sus cuadros mediante un trance inducido -en un primer momento- por la heroína). La humanidad corre un grave peligro y una frase contiene la clave para evitarlo: salva a la animadora, salva el mundo.
Segundas partes
Hemos visto que en las películas de superhéroes las secuelas rara vez están a la altura, aunque la saga del ‘hombre murciélago’ es una excepción a la regla. Batman Returns es un excelente producto, y lo es probablemente porque vuelve a asumir la dirección Tim Burton y porque con un reparto encabezado por Michael Keaton, Danny De Vito, Michelle Pfeiffer y Christopher Walken es más difícil –presumo- hacer una cagada. Las siguientes entregas contaron con actores muy válidos (George Clooney, Tommy Lee Jones, Nicole Kidman o Uma Thurman). Desgraciadamente, Joel Schumacher no era ya el mismo de trabajos anteriores como ‘El Cliente’, ‘Un día de furia’ o ‘Tiempo de matar’ (y ya nunca volvería a serlo).
Pero la ilusión es tan leve que basta un soplo de aire fresco para reavivar su fuego. Con el fichaje de Christopher Nolan para dirigir la precuela ‘Batman begins’ los amantes del género recuperamos la fe, no sólo por que asumiese la dirección el autor de la imprescindible ‘Memento’ y la aceptable ‘Insomnio’, sino también por el excepcional elenco de actores con el que contaría. Liam Neeson, Michael Caine, Morgan Freeman, Gary Oldman y Rutger Hauer forman un repóker de veteranos difícilmente igualable (atención también a la evolución del prometedor Cillian Murphy), y la elección de Christian Bale como protagonista es, sin duda, la guinda del pastel.
Villanos
A mediados de julio está previsto el estreno en Australia de ‘The Dark Knight’ (llegará a España un mes más tarde), secuela de ‘Batman begins’ que muestra la génesis del psicópata conocido como el ‘Joker’, interpretado por el recientemente fallecido Heath Ledger. Christian Bale vuelve a enfundarse el traje negro para plantar cara al que se convertirá en su archienemigo mientras trata de hacer frente a sus propios demonios. Todo protagonista necesita su antagonista y los perfiles del bien y el mal deben ser turbios, difusos y, si es posible, indistinguibles por momentos. Los creadores de ‘Héroes’ lo tienen claro y del tercer volumen (la emisión del primer capítulo está prevista para septiembre) conocemos ya su atractivo título: Villanos.
Si el Joker pasa por ser uno de los criminales más carismáticos de los comics (ojalá Ledger esté a la altura de Jack Nicholson en ‘Batman’), en Sylar –el megalómano psicópata de Héroes- convergen todos los ingredientes necesarios de un villano legendario: inteligencia, carisma y un temible poder. La elección de Zachary Quinto (muy pronto podremos verlo encarnando a un joven Spock en la precuela de Star Trek, con el mismo título) y una personalidad tan oscura como atormentada tienen como resultado un personaje que provoca una irresistible atracción por el mal, aunque sin dejar –de momento- frases del tipo “únete a mí y juntos dominaremos la galaxia” que los freaks impenitentes podamos repetir como una especie de mantra.
“Quien salva una vida…
…salva el mundo entero”. Así lo proclama una frase contenida en el Talmud, obra que recoge la tradición oral del judaísmo. Muchos recordarán la cita gracias a la película ‘La lista de Schindler’, de Steven Spielberg. Derrotada Alemania, Oskar Schindler se despide de los operarios de su fábrica antes de huir (sabe que será perseguido por colaborar con el régimen), y estos le entregan una carta firmada por todos y un anillo con dicha inscripción. Es fácil entender parte de su significado cuando, en el epílogo, se ofrecen algunas cifras estremecedoras: Durante el holocausto fueron asesinados más de 6.000.000 de judíos; hoy quedan en Polonia menos de 4.000 judíos; existen más de 6.000 descendientes de los judíos de Schindler.
En un sentido un poco menos obvio, el mensaje es que los hechos trascendentes parten de acciones que en sí mismas pueden parecer poco significativas. Del mismo modo, la frase “salva a la animadora, salva el mundo”, leit motiv principal de la primera temporada de ‘Héroes’, hace partícipes a los espectadores de la lucha entre el bien y el mal. En el segundo volumen (atención, contiene detalles de la trama) un Sylar privado de sus poderes asesina a tanta gente por pura inercia como lo había hecho en el primero por ‘imperativo evolutivo’. El tercero, ya con Sylar recuperado y con un título tan sugerente como ‘Villanos’, promete mucho y muy bueno. O muy malo, tanto monta.
jueves, 7 de febrero de 2008
Alberto San Juan, los obispos y mi abuelo
En la 'Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ante las elecciones generales de 2008', pueden hallarse unas pautas mediante las cuales los obispos pretenden orientar el voto de los 'buenos cristianos'. Dicho comunicado advierte de, y cito textualmente, "el peligro de opciones políticas y legislativas que contradicen valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano, en particular con respecto a la defensa de la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, y a la promoción de la familia fundada en el matrimonio, evitando introducir en el ordenamiento público otras formas de unión que contribuirían a desestabilizarla, oscureciendo su carácter peculiar y su insustituible función social. La legislación debe proteger al matrimonio, empezando por reconocerlo en su ser propio y específico".
Como destaca más de un medio de comunicación, estas mismas consideraciones -prácticamente- se recogían en otra nota emitida antes de las generales de 2004. ¿Qué hay de distinto, pues, para que se haya armado todo este revuelo? El quid de la cuestión está en valoraciones como ésta: "Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político". No habiendo mención a este asunto cuando quien negociaba con ETA era el Partido Popular, resulta evidente que la Conferencia Episcopal ha dejado claro (y manda huevos que haya quien se sorprenda) su posicionamiento político.
Los Goya
Lógicamente, ello ha dado pie a acalorados debates (y generalmente -no siempre- estúpidos por plagados de obviedades y demagogia). Sobre el tema han opinado (por llamarlo de alguna manera) desde los representantes de los partidos políticos hasta Belén Esteban. Pero en estas llega Alberto San Juan al escenario de los Goya, recoge su premio al mejor actor protagonista y, además de a Alfredo Landa y a esa lista que todos hemos rumiado alguna vez por si llegamos a hacer algo que a algún jurado le parezca interesante, se le ocurre dedicárselo "a la disolución definitiva de esa cosa que se llama Conferencia Episcopal".
No ocultaré que, en conciencia, estoy más cerca de la postura del artista que de la de los obispos. Pero cuando escuché la noticia no pude evitar pensar que a muchos nos pierde el dejarnos llevar por la indignación. Pensaba remitirme al conocido dicho del zapatero y los zapatos, pero luego me di cuenta de que ni el cuidadoso uso de las minúsculas me libraría de que los zurdos me señalasen con el dedo emitiendo al tiempo un agudo chillido al más puro estilo 'La invasión de los ultracuerpos'. Y lo que es peor (si cabe), los 'nacionales' (lo siento, no puedo resistirme a la terminología franquista) pensarían que han encontrado en mí a un nuevo e ingenuo amiguito de correrías y travesuras. ¿Que qué travesuras? Felar (en sentido figurado solo, espero) a los obispos, fomentar la crispación, felar a la realeza, encender los ánimos de los nacionalistas, felar a los grandes empresarios, etcétera.
Esos entrañables cascarrabias
Cuando escucho o leo las declaraciones de los portavoces de la Conferencia Episcopal Española (qué curioso que comparta siglas con un organismo que ya no existe, que ha dado paso a algo nuevo) siempre me acuerdo de mi abuelo, que en paz descanse. Entre sus múltiples virtudes, desde luego, no estaba la de saber escuchar. Era un verdadero 'pater familias', el que llevaba la voz cantante, siempre mordaz pero terriblemente sensible a las críticas. Era parte de su encanto, pues cualquiera podía fácilmente intuir tras su sonrisa maliciosa la más profunda bondad.
Me encantaría pensar que no es sino el ansia de compartir el gozo del amor divino lo que mueve a la CEE (la eclesiástica, no la económica, o viceversa...), pero cada día me cuesta más. Procuro recordar aquello de que Dios escribe recto, aunque a menudo en renglones torcidos; pero luego concluyo que, si crear el universo le llevó sólo seis días, bien podía haberse comprado un cuadernillo Rubio.
'Bendito' pluralismo
En todo caso, y continuando con el símil, conviene destacar que, del mismo modo que las opiniones de mi difunto abuelo no representaban las de la mayoría de la familia, tampoco el comunicado de la Conferencia Episcopal expresa el sentir mayoritario de los fieles. Ni siquiera de las instituciones cristianas. En este sentido, no tengo más remedio que remitirme a la respuesta de Redes Cristianas ante toda esta polémica:
"La Conferencia Episcopal Española ha dado a conocer estos días, por medio de su portavoz, una serie de criterios para el ejercicio del voto en las próximas elecciones de marzo. Redes Cristianas lamenta que, una vez más, los obispos hayan ignorado la realidad de su Iglesia, que es enormemente plural, y en la que caben las más diversas identidades y criterios políticos y sociales. Rechazamos la idea de que estas declaraciones de los obispos nos representen a todas las personas que nos consideramos cristianas y católicas. Consideramos que se ha perdido una gran oportunidad para proponer unos valores realmente basados en el Evangelio, entre los que destacamos la cercanía y la preocupación por los últimos, los humildes, los excluídos. En lugar de ésto, se han propuesto valores de un tono más político y de búsqueda de equilibrios de poder. Constatamos que las reivindicaciones de los obispos a la hora del voto coinciden, casi literalmente, con las de uno de los partidos políticos en liza, el Partido Popular. Consideramos que la identificación de la Iglesia con un partido político no ayuda a crear un sentido de acogida en la Iglesia.
A Redes Cristianas nos hubiera gustado que la Conferencia Episcopal hubiese defendido, con el ímpetu que ahora demuestran para otras cosas, algunas causas de justicia social. En concreto, echamos de menos que los obispos convocasen o al menos se hiciesen partícipes de las manifestaciones contra el comienzo de la guerra de Irak. Redes Cristianas quiere recordar a los obispos y a la sociedad la diversidad de la Iglesia Católica, y pide respeto al pluralismo interno".
Eso y no la ampliación de los derechos civiles por parte de un gobierno legítimo (bajo el criterio de convertir las situaciones de hecho en situaciones de derecho), es lo que yo entiendo por un indicio de desintegración. Sugerir que las leyes aprobadas en democracia con esta finalidad pueden conducir al caos o a la dictadura es una majadería y un insulto a la memoria histórica. Otra cosa es la (ridícula) 'ley del cachete'.
Así, que, aún estando en contra del contexto elegido por Alberto San Juan para su crítica, sólo puedo decir al respecto: a ver si es verdad, camarada.