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lunes, 9 de junio de 2008

Sexo (3): La felación


Me conecto al Messenger y encuentro entre mis contactos on-line a Tati, pontevedresa de nacimiento, parisién de corazón. Empezamos a ponernos al día sobre nuestras peripecias, sobre todo ella, que si en la capital del Lérez vivía en permanente estado de excitación (en el más extenso sentido de la palabra) desde que trabaja de au pair a orillas del Sena vive cada nueva jornada para coleccionar anécdotas. Relatos que, gracias a su refrescante entusiasmo, sobrepasan la categoría de trivialidades para alcanzar el rango de aventuras. Es lo que nuestros nietos llamarán batallitas.

No sé cómo, pero una vez más la conversación acaba derivando hacia el tema del sexo (quien quiera detalles morbosos que se compre la Cosmopolitan). Del caso particular progresamos hacia el plano general y me confiesa que no entiende la concepción que muchas mujeres con las que habla a menudo tienen del sexo oral, concretamente de la fellatio o felación (y qué mejor país que el que la ha acogido para reflexionar al respecto). Yo le digo que, afortunadamente, es extremadamente infrecuente (por no decir estadísticamente residual) que una chica no esté dispuesta a practicarlo, incluso tomando la iniciativa (lo cual, por cierto, es siempre de agradecer).

-Aunque sí es verdad que normalmente lo hacen fatal –admito- y además tengo la sensación de que se está imponiendo una corriente de opinión muy exigente con las cualidades del hombre y muy poco con las de la mujer. Muchas creen que complacernos no tiene más arte que la simple fricción. Pero con eso no es suficiente.

-Me parece que el problema es que no disfrutan haciéndolo –imagino esa cara de frustración que pone cada vez que es incapaz de encajar la realidad en sus esquemas mentales- y no lo hacen como un fin en sí mismo, sino como un medio. Es como si estuvieran diciendo “te lo hago para que tú me lo hagas a mí”, o simplemente porque es lo que se supone que deben hacer.

-En esos casos prefiero que no lo hagan, es una completa pérdida de tiempo, además de un corte de rollo; aunque nos tomen por imbéciles, nos damos cuenta si nuestra compañera no disfruta de lo que está haciendo.

-Eso es lo que no entiendo, que no lo disfruten. ¡Si es de lo más excitante!

Quién lleva las riendas
Es un hecho que muchas mujeres afrontan con reservas el sexo oral, tanto el cunnilingus como la felación, aunque nos concentraremos aquí en el segundo caso. Desde el olor hasta el complejo de cosificación o el sentimiento de degradación, hay problemas que se solucionan fácilmente con una higiene escrupulosa (lo sé, es triste tener que recordarle a alguien lo que ya deberían haberle enseñado sus padres) y otros que requieren urgentemente replantear los conceptos más elementales.

Puedo comprender (aunque no compartir) el rechazo hacia la posición de sumisión que conllevan determinados actos. Aunque encuentro tremendamente saludable saber introducir el intercambio de roles como parte de la relación erótica, soy consciente de que hay personas que necesitan avanzar poco a poco por ese sendero. Sin embargo, es extraño que muchas mujeres no se hayan dado cuenta de que la felación puede ser uno de los mayores actos de dominación femenina o, tanto monta, de sumisión masculina (va por ti, Shere Hite). ¿Acaso hay muchos momentos en los que una mujer disponga a su voluntad de un poder tan preciso para controlar el placer de su partenaire? “Es la sublimación de la feminidad”, apunta Tati.

Con todo, al igual que sucede con cualquier otra práctica, lo fundamental es superar las barreras psicológicas y que todo fluya de forma natural. Sin duda, es sano pensar el sexo, pero es mucho más placentero sentirlo.

Cómo hacerlo bien
Como ya ha quedado dicho, la primera clave es simple: disfrutando. La segunda es extensible al sexo en su conjunto (y también al amor): favoreciendo la comunicación, no sólo verbal. Es prácticamente imposible, por poca destreza que se tenga, que la estimulación sea insuficiente cuando se cumplen ambos requisitos. Hay al menos tantas técnicas adecuadas como penes, probablemente muchas más. Un mismo hombre puede preferir unas caricias u otras dependiendo del momento y convertir esa búsqueda en un juego resulta de lo más excitante para ambos.

Si fuese una canción, la melodía base podría ser la forma común de saborear un helado de cucurucho aunque, como en una de las más célebres obras de Beethoven, la riqueza de las variaciones sobre un mismo tema es inconmensurable. Los labios son una zona extremadamente sensible para dar y recibir placer y deben combinarse con la lengua, recordando dos reglas fundamentales: siempre humedad, nunca rigidez. Imaginad una lengua totalmente tensa martilleando el clítoris, ¿verdad que no es agradable? La profundidad y la velocidad en la ejecución están frecuentemente sobrevaloradas, es mucho más importante que el contacto sea sensual y fluido, aunque es obvio que el ritmo debe ir incrementándose progresivamente.

Por último, deben involucrarse otros sentidos al margen del tacto (principalmente la vista y el oído). Muchas mujeres obvian la excitación que a los hombres nos produce la visión de cada gesto: la mirada, la expresión del rostro o la posición corporal desempeñan importantes papeles. Del mismo modo, las palabras sugerentes y los leves gemidos contribuyen enormemente a completar una atmósfera ideal. Por ello es recomendable combinar la felación con la masturbación, pero teniendo en cuenta que: a) el pene no se va a romper por sujetarlo con firmeza; b) tampoco se trata de que no llegue la sangre al glande, no queremos tener que amputarlo por necrosis.