jueves, 7 de febrero de 2008

Alberto San Juan, los obispos y mi abuelo


En la 'Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ante las elecciones generales de 2008', pueden hallarse unas pautas mediante las cuales los obispos pretenden orientar el voto de los 'buenos cristianos'. Dicho comunicado advierte de, y cito textualmente, "el peligro de opciones políticas y legislativas que contradicen valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano, en particular con respecto a la defensa de la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, y a la promoción de la familia fundada en el matrimonio, evitando introducir en el ordenamiento público otras formas de unión que contribuirían a desestabilizarla, oscureciendo su carácter peculiar y su insustituible función social. La legislación debe proteger al matrimonio, empezando por reconocerlo en su ser propio y específico".
Como destaca más de un medio de comunicación, estas mismas consideraciones -prácticamente- se recogían en otra nota emitida antes de las generales de 2004. ¿Qué hay de distinto, pues, para que se haya armado todo este revuelo? El quid de la cuestión está en valoraciones como ésta: "Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político". No habiendo mención a este asunto cuando quien negociaba con ETA era el Partido Popular, resulta evidente que la Conferencia Episcopal ha dejado claro (y manda huevos que haya quien se sorprenda) su posicionamiento político.

Los Goya
Lógicamente, ello ha dado pie a acalorados debates (y generalmente -no siempre- estúpidos por plagados de obviedades y demagogia). Sobre el tema han opinado (por llamarlo de alguna manera) desde los representantes de los partidos políticos hasta Belén Esteban. Pero en estas llega Alberto San Juan al escenario de los Goya, recoge su premio al mejor actor protagonista y, además de a Alfredo Landa y a esa lista que todos hemos rumiado alguna vez por si llegamos a hacer algo que a algún jurado le parezca interesante, se le ocurre dedicárselo "a la disolución definitiva de esa cosa que se llama Conferencia Episcopal".
No ocultaré que, en conciencia, estoy más cerca de la postura del artista que de la de los obispos. Pero cuando escuché la noticia no pude evitar pensar que a muchos nos pierde el dejarnos llevar por la indignación. Pensaba remitirme al conocido dicho del zapatero y los zapatos, pero luego me di cuenta de que ni el cuidadoso uso de las minúsculas me libraría de que los zurdos me señalasen con el dedo emitiendo al tiempo un agudo chillido al más puro estilo 'La invasión de los ultracuerpos'. Y lo que es peor (si cabe), los 'nacionales' (lo siento, no puedo resistirme a la terminología franquista) pensarían que han encontrado en mí a un nuevo e ingenuo amiguito de correrías y travesuras. ¿Que qué travesuras? Felar (en sentido figurado solo, espero) a los obispos, fomentar la crispación, felar a la realeza, encender los ánimos de los nacionalistas, felar a los grandes empresarios, etcétera.

Esos entrañables cascarrabias
Cuando escucho o leo las declaraciones de los portavoces de la Conferencia Episcopal Española (qué curioso que comparta siglas con un organismo que ya no existe, que ha dado paso a algo nuevo) siempre me acuerdo de mi abuelo, que en paz descanse. Entre sus múltiples virtudes, desde luego, no estaba la de saber escuchar. Era un verdadero 'pater familias', el que llevaba la voz cantante, siempre mordaz pero terriblemente sensible a las críticas. Era parte de su encanto, pues cualquiera podía fácilmente intuir tras su sonrisa maliciosa la más profunda bondad.
Me encantaría pensar que no es sino el ansia de compartir el gozo del amor divino lo que mueve a la CEE (la eclesiástica, no la económica, o viceversa...), pero cada día me cuesta más. Procuro recordar aquello de que Dios escribe recto, aunque a menudo en renglones torcidos; pero luego concluyo que, si crear el universo le llevó sólo seis días, bien podía haberse comprado un cuadernillo Rubio.

'Bendito' pluralismo
En todo caso, y continuando con el símil, conviene destacar que, del mismo modo que las opiniones de mi difunto abuelo no representaban las de la mayoría de la familia, tampoco el comunicado de la Conferencia Episcopal expresa el sentir mayoritario de los fieles. Ni siquiera de las instituciones cristianas. En este sentido, no tengo más remedio que remitirme a la respuesta de Redes Cristianas ante toda esta polémica:
"La Conferencia Episcopal Española ha dado a conocer estos días, por medio de su portavoz, una serie de criterios para el ejercicio del voto en las próximas elecciones de marzo. Redes Cristianas lamenta que, una vez más, los obispos hayan ignorado la realidad de su Iglesia, que es enormemente plural, y en la que caben las más diversas identidades y criterios políticos y sociales. Rechazamos la idea de que estas declaraciones de los obispos nos representen a todas las personas que nos consideramos cristianas y católicas. Consideramos que se ha perdido una gran oportunidad para proponer unos valores realmente basados en el Evangelio, entre los que destacamos la cercanía y la preocupación por los últimos, los humildes, los excluídos. En lugar de ésto, se han propuesto valores de un tono más político y de búsqueda de equilibrios de poder. Constatamos que las reivindicaciones de los obispos a la hora del voto coinciden, casi literalmente, con las de uno de los partidos políticos en liza, el Partido Popular. Consideramos que la identificación de la Iglesia con un partido político no ayuda a crear un sentido de acogida en la Iglesia.
A Redes Cristianas nos hubiera gustado que la Conferencia Episcopal hubiese defendido, con el ímpetu que ahora demuestran para otras cosas, algunas causas de justicia social. En concreto, echamos de menos que los obispos convocasen o al menos se hiciesen partícipes de las manifestaciones contra el comienzo de la guerra de Irak. Redes Cristianas quiere recordar a los obispos y a la sociedad la diversidad de la Iglesia Católica, y pide respeto al pluralismo interno".
Eso y no la ampliación de los derechos civiles por parte de un gobierno legítimo (bajo el criterio de convertir las situaciones de hecho en situaciones de derecho), es lo que yo entiendo por un indicio de desintegración. Sugerir que las leyes aprobadas en democracia con esta finalidad pueden conducir al caos o a la dictadura es una majadería y un insulto a la memoria histórica. Otra cosa es la (ridícula) 'ley del cachete'.
Así, que, aún estando en contra del contexto elegido por Alberto San Juan para su crítica, sólo puedo decir al respecto: a ver si es verdad, camarada.

No hay comentarios: