viernes, 15 de julio de 2011

Vivir para contarlo


-¿Se va de vacaciones el señor?
-No podría, estimado amigo. El descanso no es una opción cuando es la dignidad lo que está en juego.
-¿Acaso no se ha ganado ya su pedazo de cielo?
-¿No has oído aquello de que la revolución es como una bicicleta?
-Que no tiene marcha atrás...
-...Y tampoco tiene punto muerto, camarada.
-No sé si comprendo.
-Lo entenderás cuando tengas la dicha de contemplar la beatífica gratitud en los ojos de uno de esos encantadores negritos. Para ellos somos como dioses, tenemos que sujetarnos fuertemente para no caernos del Olimpo mitológico al que nos transportan.
-Querrá decir que tienen que sujetarse al suelo para no elevarse a su cielo...
-...¡Pero ven conmigo, amigo! ¡Qué mal gusto, qué imperdonable sobreentendido por mi parte! si aún no te he mostrado las fotos de mi último viaje. ¡Ay, si simplemente cada uno cumpliese con su parte! Sería tan fácil mitigar su miseria.
-Disculpe el atrevimiento, señor, sin duda fruto de mi ignorancia, pero ¿no sería más práctico evitarse las reservas on-line, las largas horas de vuelo y las vacunas y echar una mano a las monjas del comedor...?
-...Qué razón tienes, compañero, tu ignorancia es atrevida, aunque sin duda ocurrente. No se trata solo de mi gesto, sino de las sensibilidades que con él se movilizan. ¡Cuántos corazones sensibles permanecieron aletargados antes de recibir el aguijonazo de la conciencia!
-A las fotos en Facebook se refiere usted...
-No son fotos, amigo, son cargas de profundidad contra el hastío y la mansedumbre en que el capitalismo sume al obrero.
-Ya, supongo que la luz no es buena en el comedor.
-Imagínate, iluminación tenue, paredes blancas y blancos también los pobres. ¿Tú crees que eso puede conmover a alguien, alma cándida?

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