jueves, 19 de junio de 2008

Kitos


Hay personas que se llevarán el diminutivo a la tumba. Marcos Blanco, Kitos, es uno de ellos. En mi segundo día de prácticas en Diario de Pontevedra, hace ya cuatro veranos, se sentó a mi lado un chico de aspecto bonachón, sonrisa franca y voz rasgada. “Hola, tú eres Andrés, ¿verdad? Yo soy Marcos” –me dijo mientras me propinaba un firme apretón de manos- “para cualquier cosa que necesites o cualquier duda que tengas, aquí estoy.”

Tiempo después me confesó que, debido a la impresión que le había causado en aquellos primeros días en los que me esforzaba por pasar lo más inadvertido posible, se había formado una idea completamente diferente de la que hoy por hoy tiene de mí. Él, en cambio, sigue pareciéndome exactamente la misma persona que me tendió la mano con fraternal confianza cuando todavía éramos unos absolutos desconocidos.

Ahora mi AMIGO vive en Madrid, trabaja en un periódico semanal (Gente) y comparte su vida con Patri, otra periodistaza de tomo y lomo, de esas a las que puedes soltar desnudas en el desierto sabiendo que en dos semanas te la encontrarás en España presentando su nuevo libro: ‘Cómo sobrevivir en el desierto (y volver para contarlo)’. Aunque sé que para Kitos su novia es, sobre todo, su ancla con la realidad y con la versión más productiva de sí mismo; su tabla de salvación.

Antes de echarle criadillas a la vida y colgarse la mochila al hombro destino ‘vayausteasaber’, Marcos compartió conmigo casa (es un decir) en Pontevedra (otro decir). Desde fuera parecía efectivamente una vivienda, pero en realidad era una trampa mortal de frío y humedad; sin calefacción, por supuesto, y con menos presión de agua que un flato de Jesús Mariñas. Y tampoco estaba precisamente en el centro de la ciudad, sino en una aldea del extrarradio llamada Lérez, aunque bien podían haberle llamado ‘Atomarporculolandia’.

Durante los meses que vivimos juntos tuvimos tiempo para fabricar anécdotas para ir tirando durante varios años. Allí rompimos la cama que usábamos de sofá cosquilleando a cuatro manos a Tati (ya célebre en este blog); fuimos al gimnasio casi todos los días sólo para poder ducharnos sin tiritar; aprendimos a dar toques al balón sin que se cayese en un espacio de 2X2 metros; descubrí que los gemidos de cierta partenaire suya eran imposibles de contrarrestar aun subiendo el volumen a la radio; comprobé que, en plena coyunda, se puede sonreír por la ventana a la gente que pasa con toda naturalidad…

Kitos es, usando una expresión de ese otro crack llamado David Acevedo, esa persona a la que matarías 100 veces y resucitarías 101. Uno aprende rápidamente a convivir con su impuntualidad o sus despistes, pues es fácil darse cuenta de que no es una persona tierna, él inventó la ternura. Por eso echo tanto de menos a ese maldito cabronazo. Por eso y porque sus imitaciones de Nino Mirón (presidente del Pontevedra C.F.) y del Fary cantando temas de Eminem, U2 o los Beatles provocan síndrome de abstinencia: “¡¿Dónde está mi china?!”

1 comentario:

U.B dijo...

a) Estás muy sentimental y morriñoide (ohhhhh).

b) Confiesa que las condiciones de la casa son una copia de un párrafo del célebre cuento La cerillera.

c) ¿Fary, Víctor Manuel? Acabo de tener un deja vu.

d) Sueles usar símiles y metáforas muy poco manidas. Y eso mola.

e)Siempre, siempre, mejor un avatar en b/n.