domingo, 19 de octubre de 2008

Premonición


Sus amigas le dicen que tiene un sexto sentido, un don para anticiparse a lo que va a suceder. Ella asegura que ha heredado su intuición directamente de su madre y está convencida de que hay lazos invisibles entre todas las cosas del universo: “si alteras cualquier punto de la madeja, habrá cambios en todos los demás”. Su ‘don’ consistía en prever en qué modo se darían.
Él, en cambio, afirma confiar en lo que, con ánimo abiertamente provocador, llama “la intuición masculina, es decir, la estadística”. Por eso cuando en pleno viaje ella lo llamó sobresaltada en mitad de la noche, supuso enseguida que por su mente rondaba alguna turbia idea.
-¿Qué te pasa?
-Nada, sólo quería hablar contigo, saber si estabas bien…
-Ya, pero, ¿a estas horas?
-Es que no podía dormir, estaba preocupada.
-Dime la verdad, anda, ¿qué te pasa por la cabecita?
-Es que me da un poco de vergüenza… Ya sé que es una tontería, pero tuve la sensación de que te había pasado algo, un accidente o algo así. Siempre me pongo nerviosa cuando sé que estás viajando, pero esta vez sentí algo más. Es ridículo, pero me empecé a agobiar y necesitaba escuchar tu voz.
Él trató de tranquilizarla. Le dijo que todo iba bien, que no se preocupase y un número indeterminado de etcéteras de manual básico anti-pánico. Por supuesto, no creía en las premoniciones, en tanto que quienes decían haberlas vivido siempre lo hacían a posteriori, nunca antes del suceso en cuestión.
Lo que no sabía ni llegó a imaginar nunca (ni siquiera cuando 15 minutos más tarde el autobús se detuvo para hacer un cambio de conductor) era que él no había sido el único al que el tono de su teléfono móvil había sacado de un incipiente estado de somnolencia. La llamada puso en alerta al primer chófer, que hasta entonces no era consciente de su déficit de consciencia (claro), y la estadística volvió a apuntarse un tanto que no le pertenecía.

1 comentario:

U.B dijo...

Cuando uno viaja en autocar y ve a su derecha un precipicio, sabe que hay una posibilidad entre algún millón de que se pueda caer (y adiós vida). Y si van otros, no anónimos, aunque no se vea el precipicio, se imagina, porque la mente es muy página de sucesos.

Te ha quedado un relato muy feminista, que no femenino.