viernes, 28 de marzo de 2008

A mí me gustan grandes


Cuando me lo contaron creí que era un sueño. Recuerdo que esa noche estuve horas viendo anuncios de aparatos de electroestimulación (no me interesaban, por supuesto ya tenía uno). Al fin encontré lo que buscaba: “Yo no sé los demás que dirán, pero a mí me gustan grandes”, se confiesa una señorita al volante de su coche. ¡Dios, qué emoción!, me sentía como Hansel y Gretel ante la casita de chocolate. Una viril voz en off explicaba: “cambia la vida, cambian las costumbres, cambian nuestros gustos, cambian las cosas a las que damos importancia; si algo no nos gusta, no nos llena (vaya, habría jurado que su tono era más de soplar nuca que de morder almohada), sencillamente lo cambiamos. Y eso está bien”. ¿cómo no va a estar bien?, si lo dicen continuamente en la tele... Y continuaba: “ellas aumentan sus pechos y sus labios para encontrarse mejor. ¿Por qué los hombres no vamos a hacer lo mismo?”.

Esas palabras me distrajeron un poco de mi objetivo inicial y pensé qué tal estaría yo con las protuberancias de Scarlett Johansson o los labios de la Jolie, pero un treintañero con pinta de buen mozo me reencauzó rápidamente. “Dice la gente que no es importante, que lo importante es esto, aquello o lo otro; pero cuando estás en el gimnasio, en el vestuario, con otros compañeros, y ves y comparas, (balanceo de cabeza en señal de negación) si la tienes más pequeña… (pausa dramática)”. Es cierto, pensé, lo único peor que ver como se dibuja una sonrisita en la cara de una tía cuando le enseñas tu palito del amor es perder la credibilidad para poder contar en el bar cómo la última rubia que te has ligado cantaba por lo bajo ‘Like a virgin’ (toda la canción es una metáfora sobre las pollas grandes, palabra de Tarantino) mientras se vestía para irse a casa.

“A ver si me explico: no es que antes fuera un desastre, es que ahora es increíble; pero aparte de su pene, que es sensiblemente más grande, lo que ha cambiado sobre todo es su actitud; ahora se siente más orgulloso, domina más la situación, nos apetece más y, claro, lo hacemos mucho más a menudo, entonces él está muy contento, y yo imagínate”. Las palabras de la chica del coche acabaron de convencerme. Ya me veía con mi melena al viento y mi pecho palomo descamisado, en plan Mario Cimarro. “¡¡Ven aquí, mujerrrrrr!! ¡¡Voy a darte plaserrrrrr!!” Y ella: “Aaay, mi sieeelo, no me cabe en el cuerpo tanto amooor”.

Ahora estoy lo que se dice bien armado

Un fulano con pinta de fontanero (se distinguen porque aunque el plano sea medio y frontal puedes imaginarte perfectamente su raja del culo asomando por unos pantalones holgados) apunta: “Funciona, es de esas cosas que dices: ¿cómo no se me ha ocurrido antes?” Pues hombre, es que si se me hubiera ocurrido a los 16 habría aprovechado que no me comía un colín para llevarlo puesto todo el día e ir abonando el terreno para el futuro. El Ron Jeremy español seguía explicando: “No necesitaba cirugía, ni acudir a una consulta, ni medicarme; sencillamente podía tenerla más grande (sonrisa de satisfacción), ¿y a quién no le apetece tenerla más grande? Y chico, ni te imaginas. Aparte de que ahora estoy lo que se dice bien armado, mi vida sexual ha mejorado muchísimo”. Este testimonio fue decisivo.

Después de un año usando el agrandador la tengo de dos palmos y no doy abasto. Mostrar mi tronquito festivo es como sacar los Donetes: me salen amigas por todas partes. ¡¡Gracias, Jes-Extender!!

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