miércoles, 26 de noviembre de 2008

Contra la violencia, educación


Pensaba dejar el tema para más adelante pero, tras tener la mala suerte de escuchar a María Teresa Campos pontificando sobre lo terrible de la "violencia de género" en su inconfundible estilo de diva sanchopancesca, creo que tengo que saldar cuanto antes una deuda pendiente con mi bilis.
Lo primero que me ofende es la expresión empleada para referirse a la violencia doméstica. Es ridículo que vengamos (nosotros, el pueblo: no olvidemos que los políticos son sólo brazos ejecutores) de reconocer a los homosexuales su derecho a casarse y continuemos, en cambio, dando por hecho que los malos tratos sólo ocurren en una dirección: de un hombre hacia una mujer. Y aunque así fuese, basta de eufemismos, por favor: las palabras tienen flexión de género, la condición orgánica que distingue a las personas se llama sexo.

Al margen de formalismos lingüísticos, cuyo interés reside únicamente en que revelan un problema general de prejuicios y pudores institucionalizados, el corazón de la cuestión queda casi siempre al margen del debate público. Lo que nos negamos a aceptar es que la violencia, sea del tipo que sea (siempre hablando de relaciones entre adultos), debe ser tratada antes mediante vacunas que recurriendo a remedios a posteriori que no son más que parches. Ahí entra en juego la educación, tanto en los hogares como en los centros de enseñanza. El verdadero germen del maltrato está en las familias y en los colegios, donde se perpetúa la asunción de roles diferenciados por razón de sexo (tradición cultural), sin que haya ninguna razón biológica de peso para ello.
Existe una faceta de la personalidad que tiende a ignorarse o que, en el mejor de los casos, queda relegada a un discreto segundo plano: la autoestima. Educar a un ser humano no es programar un ordenador. En las relaciones sentimentales, el amor propio desempeña un papel esencial, actuando como garante y salvaguardia de un sistema de interdependencia emocional, entendida ésta en su carácter de responsabilidad mutua, pero sin que cada individuo deba ceder su independencia. Al fin y al cabo, la violencia no es más que la verticalización extrema de un esquema de relaciones sociales.

Tanto el sumiso como el dominante manifiestan un déficit de autoestima, por lo que la responsabilidad es, en cierto modo, de ambos. Por eso no se habla sólo del perfil del matratador, sino también del perfil del maltratado. Obviamente, no es políticamente correcto otorgar a la víctima alguna culpa (con todas las connotaciones que la tradición cristiana le confiere al término). Que la víctima sea parcialmente culpable (causante de una determinada situación a través de su conducta) no quiere decir que sea condenable por ello, pero sí muestra una disfunción emocional que debería haber sido corregida previamente.
En el caso de quien ejerce la violencia, la disfunción es muy similar, aunque se manifieste de un modo opuesto. Es por ello, por el tipo de respuesta a su falta de autoestima/autocontrol, por lo que la terapia no es suficiente. Ha roto una norma de convivencia y debe pagar por ello. Pero lo que es más importante es garantizar en la medida de lo posible que no volverá a hacerlo. No es que haya que eliminar el castigo, es que además hay que trabajar en la reeducación del maltratador (no olvidemos que la finalidad principal de nuestro sistema jurídico es la reinserción). La restricción de libertades de dicho individuo estará, lógicamente, supeditada al éxito del proceso. No creo en una cadena perpetua, pero sí en una adaptación cívica vigilada permanente si es necesario.
Por supuesto, es evidente que hacen falta más medios para asegurar la protección de las víctimas, pero no nos dejemos arrastrar por el modelo estadounidense, que siempre resuelve los problemas con la clásica fórmula '+ policía, - libertad'. No se trata de inventar nada nuevo, sino de recordar el refranero popular: "más vale prevenir que curar". O, lo que es lo mismo, contra la violencia, educación.

4 comentarios:

U.B dijo...

Este artículo te ha quedado muy, muy bien, tanto en forma como en contenido. Pero igual es porque estoy de acuerdo al 101% con tu visión sobre el tema.

Verónica E. Sanz Salinas dijo...

... y mi pregunta es... ¿por qué no se lleva a cabo?¿por qué da entonces la impresión, de que cada vez vamos a peor? Sí, hay mucha gente con buenas intenciones, mucha. Personas con la empatía suficiente como para convertir eso mismo de lo que tu hablas en una realidad... pero entonces...

¿Cómo llegamos a un punto en el que un adolescente le prende fuego a un indigente, un hijo de su madre abusa de sus hijos o su mujer (je, como si las personas fuésemos propiedad privada y exclusiva de) o esas miles barbaridades a menor escala (si es que existe una escala) que ocurren cada día y de las que nadie excepto víctimas y verdugos tienen conocimiento?

Me pregunto como hemos llegado a construir una sociedad plagada de gente con buenas intenciones, y que apesta a mierda vayas donde vayas, o sin esas. Sólo hay que asomarse a la puerta de casa para ver actitudes y procederes sin pies ni cabeza.

Otra cosa más de entre el montón que no entiendo.

Educación, sí, en las aulas y en las casas, ok. No lo creo tan difícil, sinceramente, no. De hecho me emperraré en ello hasta el fin de mis días, de hecho lo hago hoy, y como tantos.

¿Será posible o quedará tristemente sólo en una utopía más? Sinceramente yo espero que algún día pueda ver sólo, RESPETO entre la gente, pero es día de llegar, todavía nos queda bastante lejos por desgracia. La herencia pesa, y mucho.

Gloria dijo...

Por el hehco de convivir con mujeres de corta edad, he estado pensando en eso del perfil del maltratador y, efectivamente, ves una serie de hábitos malsanos en ellas como, por ejemplo, depender de ciertos elementos tipo espejo, peine y hombre

Anónimo dijo...

Se nota que sabes de lo que hablas, hace dos meses acudi a una serie de foros presenciales sobre este tema, y la verdad es que la respuesta al maltrato es la educación, bueno en mi opinión la respuesta a muchos de los problemas de nuestra sociedad se paliarían con una educación significativa de base.
Opino que es rídiculo ofrecer una protección inexistente a las mujeres maltratadas, cuando no existe dichos recursos en nuestro sistema, además no se trata de castigar despues de haber causado tanto daño y no me refiero al físico exclusivamente, si no también al psicológico que según mi perspectiva es el más grave.
El problema de la educación es que los que se encargan de realizar el diseño curricular base no tienen ni idea de lo que es la educación, y no se si intencionadamente o no introducen a través del currículo oculto una serie de estigmas para el sexo femenino, en los libros de texto por ejemplo, siempre las imágnes perpetúan los modelos machistas de la sociedad, además de que la mayoría de personajes célebres que se estudian son hombres...
Lo que más me duele de este tema es el trato que se le da en los medios de comunicación,como por ejemplo;de la víctima se dan todos los datos, y del agresor no vemos ni su cara, ni su nombre, y como tu mencionaste al principio de tu artículo ni se le llama por su nombre a esta violencia. Lo triste es que la gente no se conciencia d que la muerte es la cima final de todo el proceso del maltrato, la cantidad de humillaciones, insultos, e insufribles palizas que esa mujer sufre, culmina al final con la noticia que nosotros vemos en los medios de comunicación,incluidos programas de corazón donde es denigrante e imperdonable el trato que se les da.