jueves, 13 de marzo de 2008

Hostias (consagradas) como panes


Suena el despertador, me revuelvo un par de veces y enciendo la luz. Mi gata me mira desde encima de la cama, como queriendo recordarme que: a) soy sólo un poco menos perezoso que ella en este momento del día; b) no debo olvidarme de su ración matutina de mimos. Vierto los cereales (de chocolate, por supuesto) sobre la leche y enciendo la tele para zapear un poco. Como soy más bien nocturno, es ya lo suficientemente tarde para que la programación infantil haya dado paso al marujeo y mientras cambio a ritmo de cinco segundos por canal me detiene un reportaje sobre los celíacos y las hostias. Las de la Iglesia, claro.

Las polémicas respecto a las religiones son mi punto débil y ardo en deseos de saber qué nuevo modo de alterar los ánimos de los fieles han encontrado ahora mis ‘colegas’. Llego justo a tiempo para enterarme de que los padres de un niño celíaco han solicitado que su primera comunión sea con una hostia sin gluten y que, por supuesto, la respuesta de las autoridades eclesiásticas del lugar ha sido que, si quiere cumplir con el sacramento, que lo haga solamente con vino. Supongo que a los miembros de la Diócesis de Huesca debió de parecerles que un ‘cuerpo de Cristo desgluteinizado’ sería como si en su tasca habitual les pusieran mosto en lugar del tintorro peleón de toda la vida.

Me marcho a cumplir con mis obligaciones laborales y cuando regreso sigo dándole vueltas al asunto, así que recurro a San Google (atención al astuto guiño) y accedo a la primera noticia de la lista. Elperiodico.com titula: “La Iglesia prohibe a un niño celiaco comulgar con una hostia sin gluten”. Pero lo mejor son las declaraciones de la airada madre: “Esta situación nos está provocando incluso una crisis de fe. Me pregunto qué le estoy inculcando a mis hijos cuando es la Iglesia la que nos está dejando de lado”. El Periódico informa de que en 2003 la Conferencia Episcopal Española permitió a los celíacos comulgar con vino. En este caso los padres se niegan a que su hijo consuma alcohol, aunque sea un sorbo, así que propusieron cambiarlo por mosto, recibiendo, como era de esperar, una nueva negativa.

Todo esto me recuerda a los colectivos homosexuales que solicitaban que la Iglesia les reconociese no sólo su derecho a emparejarse –ahí el clero ni pincha ni corta, gracias a Dios (segundo guiño, para los despistados)- sino también el de contraer matrimonio por el rito católico. A su vez, aquella polémica me hizo pensar en escribir un relato en el que un negro, o mejor mulato, para más inri (y con este tercer guiño espero que me excomulguen de una vez) intentaría ingresar en el Ku Klux Klan y, tras varias intentonas a cual más desternillante, acabaría crucificado como un ‘rex iudaeorum’ contemporáneo. Jesucristo 2008 se llamaría el relato.

Resulta ridículo que alguien quiera pertenecer a una institución que lo discrimina directamente, pero es aún más lamentable que tengamos que vernos afectados en persona para poner el grito en el cielo. Esta actitud la recoge perfectamente un poema erróneamente atribuido a Bertold Brecht que en realidad proviene de un sermón del pastor protestante alemán Martin Niemöller. Existen varias versiones, debido a que su transmisión original fue oral. Ésta es una de ellas:

“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.”

1 comentario:

UB dijo...

Los agnósticos (o ateos) nos libramos de muchas batallas absurdas.