Mostrando entradas con la etiqueta pensamiento. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pensamiento. Mostrar todas las entradas

lunes, 13 de abril de 2009

Pienso, luego Dios existe


El racionalismo extremo conduce inevitablemente al escepticismo. Las contradicciones que tienen lugar en la mente humana en su intento de explicar lo real convergen en la idea fundacional de este blog, la teleología de lo aleatorio. Explicar un hecho y predecir un hecho pueden parecer operaciones muy distantes entre sí, pero son dos caras de una misma moneda y, por tanto, son igualmente ilusorias en sentido estricto.

Cuando hablamos de fe tendemos a evocar conceptos como doctrina, sacralidad, oración, ritualismo… Asimilamos fe y religión asumiendo que la primera conlleva necesariamente la segunda, sin pensar que, en realidad, toda explicación no es más que un desesperado acto de fe. La búsqueda de significación en la realidad es un ejercicio descorazonador, especialmente si se hace desde el punto de vista de la teleología. Dar por cierto que existen causas finales implica aceptar el determinismo como algo inevitable. Significa, en última instancia, que todos nuestros actos, que todos los sucesos, son los que son y serán los que serán porque no podría haber sido de otro modo.

Metafísicamente no existe la certeza de que a una causa, sea la que sea, siga necesariamente una consecuencia. Sin embargo, el mismo instinto que nos aparta de la creencia en las causas finales nos mantiene forzosamente ligados al principio mismo de causalidad. Pero si ansiamos la libertad y nos aferramos a la posibilidad de eludir el Destino, debemos abrazar el azar, lo aleatorio, el hecho inmotivado. Y aunque pueda resultar paradójico, ello implica conceder al conocimiento científico un valor meramente funcional, pragmático. Significa recuperar la antigua e insuperable confrontación entre física y metafísica.

Aunque no hubiera sido judío, Albert Einstein habría pronunciado una de sus más célebres sentencias exactamente tal y como lo hizo: “Dios no juega a los dados con el Universo”, aseguró el físico alemán, y con ello puso de manifiesto que ni las mentes más preclaras pueden concebir la ausencia de un orden en todo lo real. La idea de que a cada causa sigue una consecuencia está tan arraigada en la computadora humana que ni la teoría del caos (que trata los comportamientos impredecibles de los sistemas dinámicos) ni el principio de incertidumbre de Heisenberg (que enuncia la imposibilidad de una medición exacta por la distorsión que provoca la propia interacción) se oponen a ella en lo esencial.

¿Tiene menos valor en términos de simple intelección nuestro marco de referencia cuando comprendemos que se basa en una ilusión de la razón? En un sentido meramente pragmático no, y filosóficamente esto es lo único que cuenta. Es más, desde la perspectiva humana este subterfugio es una parte esencial de lo que en muchas religiones se considera el plan de Dios: es el despotismo ilustrado llevado a su máxima expresión. Cuando Dios se desnuda, cuando queda despojado de metáforas, revela su verdadera condición de causalidad en estado puro. Éste es el siguiente paso del silogismo cartesiano, la intersección de todas las creencias: Pienso, luego Dios existe.

viernes, 20 de marzo de 2009

El día menos pensado

El día menos pensado
saldrá el sol por el oeste
y se pondrá por el este.
Y nadie se dará cuenta.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Con las picas afiladas


No os dejéis llevar a engaño por su cara de bonachón. Que no os engatuse su retórica inmaculada o su saber enciclopédico. Evitad la empatía condescendiente cuando se mofe de sí mismo marcando la estrategia a seguir con su clásico “jugamos gordo-camiseta”, mientras tira de ésta al tiempo que bota un balón imaginario. Ante todo, tened siempre presente que el ego de Jorge prácticamente tiene derecho a voto propio y nunca sintáis lástima cuando vuelva a comprobar que, como una vez dijo Mario Iglesias (uno de los hombres más lúcidos que conozco), “no hay justicia en las relaciones humanas”.

Una vez hayáis tomado las medidas oportunas para desmitificarlo, podréis aproximaros a él con la certeza de que siempre que tenga que tomar una decisión optará por el camino más recto, es decir, el más directo, pero también el más justo y el menos reprochable. Jorge es el ejemplo viviente de que la firmeza de carácter no da buena imagen pública, sobre todo cuando se combina con un elevado nivel de exigencia para con el resto del mundo y, especialmente, para consigo mismo. Pero también es un seguro de vida cuando uno busca algo a lo que aferrarse. Su credo, su verdad y su guía son que el sol siempre sale por oriente y se pone por occidente.

Jorge todavía sigue reprochándole a la gente que actúe constantemente en contra de toda lógica racional. Se burla despiadadamente de argumentos como “lo sentí así” y “no lo puedo evitar, es mi carácter”. Os aseguro que se esfuerza, pero de momento sigue siendo incapaz de aceptar lo absurdo y por tanto, supongo, el sentido mismo de la vida (disculpad el arrebato nihilista). No obstante, encierra en sí mismo contradicciones como defender la ideología marxista e invertir en bolsa. Defiende la democracia al modo ateniense, pero cuando le menciono (medio en broma, medio en serio) la posibilidad del voto ponderado (en función de las aptitudes emocionales e intelectuales de cada individuo) su oposición se basa únicamente en el escepticismo respecto a encontrar un método legítimo para establecer el baremo.

El pasado martes cumplió 31 años y está harto de haberse pasado los tres últimos explicando que sus problemas no proceden de una baja autoestima, hipótesis reduccionista que obvia lo esencial: el único hándicap de Jorge es que no está dispuesto a conformarse con menos de lo que cree que le corresponde. Y está seguro de que no es poco. No sólo porque crea firmemente merecerlo, sino porque tiene fe ciega en que está a su alcance.

Es muy probable que el año próximo consiga al fin engrosar las filas de los trabajadores públicos. Es una suerte. Para las próximas generaciones, quiero decir. Hacen falta profesores como él. No sólo porque defienda la importancia de conocer la historia para no volver a repetir los errores del pasado, sino porque dará a sus alumnos las claves para ver, antes incluso de que suceda, cómo estos se repiten una y otra vez. Así, cuando descubran que quienes toman decisiones que les afectan no están más capacitados que ellos ni, sobre todo, tienen más sentido común, quizá comiencen a plantearse una revolución a la antigua usanza. Y en ese momento Jorge estará allí, con las picas afiladas.

lunes, 13 de octubre de 2008

La magia del libre mercado lo equilibra todo... (...o no) - por Jorge Abel


Esta afirmación ha dominado el mundo occidental desde que se le ocurrió popularizarla a Adam Smith en su libro La Riqueza de las Naciones (An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations) de 1776. Smith tuvo la idea de que la riqueza de las naciones venía del trabajo, mejor dicho, de la producción de unos bienes que se comercializaban y de que el precio que por esos bienes se pagase en el mercado libre. El mercado tenía altibajos, pero siempre se acababa adecuando al valor útil de las cosas (vamos, que lo que sirve se vende y lo que no… pues no). Eso hacía que las empresas que producían cosas útiles y a bajo coste acababan vendiendo su producto por más de lo que había costado, dejando un beneficio al empresario, que pagaba a su vez los sueldos, el coste de las materias primas y del transporte.

Para Adam Smith y sus discípulos librecambistas (querían abolir las aduanas, lo que hoy en día hemos llamado globalizar) el mercado libre haría que cada uno produjese lo que se le daba bien. Con ello mejoraría la economía de todos los países y la utilización de los recursos en cada uno de ellos. Creía en que lo que no funciona se hunde.

Tiempo más tarde -tras la Primera Guerra Mundial-, Alemania, Francia y Gran Bretaña le debían mucho dinero a EEUU por los terribles costes de la guerra. Este hecho unió sus destinos económicos y, cuando las cosas fueron mal dadas en la superpotencia americana, la crisis cruzó el charco a toda velocidad. Durante el crack de 1929, un arruinado banco americano (que había dado más dinero del que podía para que la gente invirtiera en la bolsa, ¿os suena?) le pidió dinero a los bancos europeos a los que les había prestado durante la guerra, arrastrando a todo el mundo en su caída.

Tras la crisis de 1929, a todos los gobernantes del mundo les quedó clarísimo que el libre mercado ha de tener unos controles y unos contrapesos. Este es el momento en el que surgen ideas como la de que el estado ha de tener más presencia a la hora de garantizar que los bancos tengan dinero en la caja antes de seguir prestando a lo loco, o que el estado ha de cobrar impuestos para poder hacer políticas de gasto que fomenten el empleo y que saquen al país de la depresión (New Deal y keynesianismo).

Está claro que el proceso económico libre sufre unas subidas y unas recesiones acusadas, a nadie se le escapa que es una cuestión de ciclos. En este fin de milenio, con la globalización, se estaba especulando sobre la posibilidad del fin de los ciclos, pero eso ya se hacía meses antes del crack del 29 y mirad lo que pasó. El orgullo extremo del libre mercado lo lleva a apartarse de la memoria histórica una y otra vez, sólo para darse cuenta, de nuevo, de que es un Ícaro preso de la fuerza gravitatoria de la realidad. Los movimientos económicos suaves no provocan más que leves ajustes en la vida de las personas, pero los movimientos fuertes provocan reacciones acusadas, como, en su momento, las dictaduras fascistas.

La presencia del estado para redondear los picos de esas gráficas económicas es imprescindible. Hemos vivido en un período de loca privatización, de gasto estatal cercenado y de bajada de impuestos. Al final, la crisis ha llegado y nos coge con un estado débil, mal financiado, con su hacienda partida en 17 autonomías celosas y caóticas y con todo el dinero ya comprometido en ridículos planes. Toca subir los impuestos, toca que los ricos se aprieten el cinturón para que el estado tenga posibilidades reales de poner en marcha líneas de crédito estatal (usar el I.C.O., ¡Qué no estoy inventando nada nuevo!) ya que los bancos no son de fiar (las personas que dan los créditos reciben comisiones por concederlos y no castigos porque estos no se acaben pagando, ¿qué iban a hacer si no?).

Las empresas que han estado mostrando beneficios récord no han guardado nada. Según el pensamiento de Adam Smith, alguna se tendrá que hundir, pero resulta que eso acaba llevando a tal retraimiento del consumo que arrastrará en su caída a algunas empresas que sí funcionarían en condiciones normales. El estado ha de estar dispuesto y con opciones de intervenir para ayudar a la gente a que pueda ganarse la vida y pagar sus créditos. Esa es su función.

Hay que prestar la máxima atención a estos momentos de crisis, porque habrá quién quiera seguir saqueando el cadáver. Por ejemplo, se habla de facilitar el despido. Si se liberaliza el despido, ¿qué va a pasar? Más parados nunca se ha visto que aumenten el consumo. ¿A las empresas se las salvará? No, sólo se les permitirá marcharse a Singapur o a Filipinas con menos pérdidas. Este es un momento para encarecer el despido, no para abaratarlo; para cobrar más impuestos, no para cobrar menos; para que el estado se haga más grande, no para reducirlo. Y Esperanza Aguirre privatizando hospitales... Hay que leer más y ganar menos.

*Ilustración: Miguel Brieva

miércoles, 21 de mayo de 2008

Pequeño catálogo de seres impertinentes

Tengo la capacidad de ver el futuro. Para ser exacto, no todo el futuro, sólo una parte, concretamente la que concierne a mi personalidad. Sólo tengo una duda, no sé si seré un anciano gruñón entrañable o un anciano gruñón hijo de puta. Supongo que será proporcional al número de divorcios.

De momento, hay situaciones en las que me vislumbro a mí mismo dentro de 40 años en plan “échale más agua a esa masa” o “¡¿dónde te dieron el carnet, gilipollas?!”. Es como un ‘flashforward’ de mi vida, un trance que me sobreviene cuando me encuentro con -entre otros- alguno de estos irritantes personajes:

-Los gurús de la moda que diferencian entre ‘amarillo limón’ y ‘aguacate iluminado’.

-Los tertulianos en general y los malabaristas del eufemismo gratuito en particular.

-La gente que, llevando paraguas, se ancla bajo las cornisas cuando llueve.

-Los conductores que no se detienen en un paso de cebra (sobre todo cuando hay peatones esperando bajo la lluvia).

-Los galleguistas que dicen 'servizo', 'incríbel' y 'vogal'.

-Los que se cuelan disimuladamente (eso creen ellos) en la cola del supermercado, casi siempre mayores de 50 y estoy por apostar que jubilados o desocupados: “Esta juventud ya no tiene respeto”. Tócate los cojones.

-Los novios que preguntan de forma recurrente: “¿En qué piensas?”.

-Los ‘compañeros de sábanas’ cuya primera frase post coital es: “¿Te ha gustado?”.

-Las voces electrónicas: “Su tabaco, gracias”; “el número marcado no está disponible en este momento”; “ha elegido felación con eyaculación facial (todo se andará…)”.

-Los 'listos' que siempre tienen preparado un "te lo dije" para 'animarnos' cuando la cagamos.

-Los maniáticos y los que hacen listas inútiles.

domingo, 6 de enero de 2008

Puta (-ate)


Cuando un profesor normal, de infantería, llega a una clase de tercero de BUP y se encuentra como señal de bienvenida el sucinto mensaje 'puta' (arial cuerpo 300, aproximadamente), tiene dos opciones: montar en cólera u obviar la cuestión con la ayuda del borrador y el silencio.
Pero Carmen no. Ella no se regía por las leyes de Newton (ni en su método pedagógico ni en su post embarazo). La profesora de latín entra en clase, se detiene para leer con atención esas cuatro simples letras, nos mira a nosotros y exclama: "¡Muy bien! ¡Me parece muy bien! A ver, vamos a repasar lo que sabemos. ¿Cómo se enuncian los verbos de la primera conjugación?" -"-o, -as, -are, -avi, -atum". -"Muy bien, y si os digo que en latín el verbo pensar se enuncia puto, -as, -are, ¿alguien puede decirme cómo sería el imperativo en singular de pensar?" -silencio- "Venga, pero si lo tenéis delante de las narices. ¡Puta, claro!
Después de esto decidió que era positivo dejar el mensaje tal y como estaba durante toda la clase y probablemente muchos de mis compañeros pasasen de puntillas sobre una de las mayores lecciones de nuestra vida escolar. Pero yo lo recuerdo como si aún no me hubiese ido a dormir ese día.
Es curioso, pero pocos de mis supuestos educadores consideraron oportuno invitarme a pensar. Me refiero a pensar por mí mismo. Pero claro, ahora que caigo, también es cierto que el método más comunmente utilizado para superar aquello que nos hiere u ofende suele ser precisamente el del profesor de infantería, es decir: a) violencia / b) borrador y silencio. Sucede cada vez que un régimen suplanta a otro en el poder de una nación; cuando una institución comete atrocidades en nombre de una ideología o lo que es peor, de un credo; cuando sorprendemos a nuestra pareja compartiendo fluidos con otro; cuando algo se escapa a nuestro plan preestablecido. Como si la naturaleza entendiese de planes...

El pedante

-Sólo sé que no se nada.
-Efectivamente, este país
es líder mundial en exportación de gilipollas,
caínes, cocainómanos y rapsodas,
que para el caso
vienen a ser lo mismo.