sábado, 13 de junio de 2009

Opio y mitología


Más estado, menos estado, ayudas a los bancos, a las empresas, estímulos al consumo, planes de viabilidad, contracción del gasto, libre mercado, etcétera, etcétera. Recetas para salir de la maldita crisis (esa que a los medios no les gusta llamar por su nombre, pues viven de la publicidad y no les interesa que los anunciantes se inhiban de invertir) las hay de todos los colores y sabores: algunas suenan a marrón importante y las más tienen un regusto amargo.
Los economistas, que como pitonisos van justitos pero no tienen precio a la hora de explicar los problemas a toro pasado, aseguran que España es uno de los países en los que los efectos de la actual situación económica se van a dejar sentir durante más tiempo para el ciudadano medio. Esto quiere decir que el paro va a seguir creciendo aun cuando en otros países repunte la ocupación laboral, debido, principalmente, a que los grandes pilares de nuestra economía en los últimos años han sido los sectores de la construcción, el inmobiliario y el turismo.
De especular y vender los duros a seis, siete o veinte pesetas sabemos un rato en este país, estado, o entidad plurinacional, pero lo de incrementar la rentabilidad con más imaginación que eficacia no es patrimonio exclusivo de los íberos. Lo que singulariza a esta crisis respecto a otras es el peculiar sistema bursátil mundial, en el que el afán por cazar inversores a toda costa prima sobre la productividad del trabajo y, sobre todo, la estabilidad del propio sistema. Y lo peor es que pocos han visto venir algo tan aparentemente evidente como que el crecimiento económico no es ilimitado, particularmente cuando se sustenta en ejercicios de creatividad contable (o contabilidad creativa, tanto monta) más que en una inversión firme en investigación, desarrollo e innovación tecnólógica (I+D+i).
Precisamente en ese apartado es donde más atrasados estamos en España. Hemos experimentado un importante crecimiento económico en la última época, pero basado en pilares poco sostenibles. No sólo hemos olvidado invertir en incrementar nuestra competitividad en el mercado global, sino que, lo que es incluso más grave, no nos hemos vacunado convenientemente frente a un período como en el que estamos inmersos. Sin construcción y sin turismo exterior los indicadores de nuestra salud económica todavía tienen mucho camino que descender hasta tocar suelo.
Pero también habrá grandes favorecidos, como los principales bancos españoles que, a diferencia del resto de empresas, se han beneficiado del estricto control del Banco Central de España, cuyo modelo alaban ahora en todo el mundo. Así es que cuando esto termine el BSCH será –aún más- un mastodonte de las finanzas, que invertirá millones de euros en patrocinar a la estrella deportiva del momento y así, en lugar de intentar convencernos de que el sistema es ideal y nada de esto se podía haber evitado, simplemente logrará que deje de importarnos hasta la próxima gran hostia. El opio es incluso más rentable que la mitología.

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