miércoles, 28 de mayo de 2008

Curso acelerado de periodismo deportivo


Desde que me incorporé al mercado laboral he desempeñado los trabajos más inadecuados que puedo imaginar. Es cierto que, al menos, he podido ganarme el pan dándole a las teclas –pobre consuelo- pero siempre o casi siempre en el ámbito del periodismo deportivo, probablemente el que peor se adapta a mi manera de ‘procesar’ el mundo. No quiero decir que no lo haya pasado bien (a ratos) ni que no me haya resultado útil todo lo que he vivido, simplemente lamento que cuanto más me involucro en este circo (y lo he hecho ya desde puntos de vista muy diferentes) más marciano me siento.

Lo único que me ha permitido mantener la cordura en momentos complicados de mi vida ha sido una inusitada capacidad para tornar lo trágico en trivial. El poso que han dejado en mí dos lustros de dedicación al ejercicio de la frivolidad es, además de una querencia inquebrantable por el humor negro, un odio exacerbado hacia quienes se empeñan en hacer de su vida (mediocre, generalmente, y supongo que ahí está la clave) un melodrama.

El periodismo deportivo es el paradigma de la ‘culebronización’. Tomando prestada la terminología de Kundera en su más conocida novela, podríamos decir que consiste en hacer creer al público que lo más leve entraña en realidad una enorme gravedad. El problema moral surge (si no lo ha hecho antes) cuando el periodista debe distinguir entre sensacionalismo y mentira.

La tiranía de las cifras

Sin ser patrimonio exclusivo del ámbito deportivo, los números adquieren aquí un peso que, por desmedido, acaba rozando lo absurdo. Pero rozándolo por la parte de fuera, claro. Probablemente la exageración más estúpida –y se da sistemáticamente- es la de la asistencia a los recintos deportivos. En el pabellón Caja Madrid (partido Interviú-Leis) calculé de forma aproximada unos 800 espectadores y casi se me atraganta el kit kat cuando mi homólogo madrileño paseó ante las narices de los periodistas un cartel que indicaba: 2.500 espectadores. Entre el corporativismo y la conciencia elegí el camino del medio y ‘olvidé’ rellenar ese dato.

La estadística es otra de las artimañas de las que nos valemos para seducir al lector, dejando claro en la mayoría de los casos que consideramos a la audiencia totalmente imbécil. Me viene a la memoria una información de cierto periódico tras la victoria del Leis ante el Lobelle en el primer partido de la segunda vuelta (temporada 07-08): “… ha logrado en un encuentro el 75% de los puntos de toda la primera vuelta…”. Siendo este dato indudablemente cierto, ¿no es también igualmente ridículo destacarlo en forma de porcentaje? Afortunadamente, tras los dos siguientes partidos (dos nuevos triunfos), no leí por ninguna parte: “El Leis lleva en la segunda vuelta el 150% (y posteriormente el 225%) de los puntos de la primera”.

Cómo hacer hablar a un mudo (sin recurrir a la Guardia Civil)

Para el lector que desconoce el funcionamiento de la prensa, todos los actores sociales se expresan de forma similar en nuestro idioma, desde un premio Nobel de literatura argentino hasta un futbolista esloveno analfabeto. No sólo limamos casi todas las expresiones vulgares y corregimos cada error gramatical, sino que conseguimos convertir un ‘sí’ o un ‘no’ en diez líneas de perorata. Sin despeinarnos y entre comillas, con un par. Para los no iniciados, ahí va un ejemplo:

Plumilla: Buenas tardes, Jaiminho, ¿cómo has visto al equipo en el partido de ida?

Jaiminho: Bien.

Muy mal, con esta clase de preguntas nos arriesgamos a quedarnos sin texto para rellenar la página (que es lo único verdaderamente relevante) y, lo que es más esencial si cabe, sin titular, salvo que no nos de vergüenza emplear un sucinto “Jaiminho ve bien al equipo”. Aunque en conciencia todos sabemos que poco más hay que contar, debemos ser profesionales y cubrirnos las espaldas con esta técnica básica:

Plumilla: Buenas tardes, Jaiminho. El equipo hoy ha dominado el centro del campo como había dicho el míster en la previa; circulasteis con criterio y creasteis peligro con las incorporaciones por banda. Parece que jugando así no se os puede escapar la eliminatoria, ¿verdad?

Jaiminho: Sí, así es; quedan aún 90 minutos y puede pasar de todo, pero hemos dado un paso muy importante.

Mejor, ¿eh? Pero no acaba ahí la cosa, porque la magia de la prensa puede convertir esta conversación (sin que ello sea considerado delito o tergiversación) en estas interesantes declaraciones:

Jaiminho: “Sabíamos que era importante dominar el centro del campo y lo hemos hecho bien; circulamos con criterio y creamos peligro con las incorporaciones por banda. Jugando así no se nos puede escapar la eliminatoria (ahí tenéis vuestro titular, amigos); hemos dado un paso muy importante, pero debemos ser prudentes porque aún queda el partido de vuelta y no hay nada decidido”.

¿Qué? ¿He oído que alguien se siente estafado? Lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo.

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