lunes, 5 de mayo de 2008

Miedo y asco en Compostela


Dos horas sobre la medianoche en Santiago. La luz de la luna se derrama sobre la catedral. Una pareja atraviesa el Obradoiro mientras la lluvia concede a regañadientes una tregua. Se detienen y se besan, tiernamente primero, hasta que la pasión se abre paso entre sístole y diástole.
-Vamos, tengo tantas ganas de estar desnuda contigo entre las sábanas…
Los ojos de la joven centellean y una sombra corta como una flecha el reflejo de la luz en sus pupilas.
-¿Qué ha sido eso? –pregunta él- ¿No lo has visto?
-¿El que? Yo no he visto nada. Habrá sido un pájaro… ¡o a lo mejor ha tomado vida una de las gárgolas del hostal y viene a por nosotros!
-Eres tontísima – le dice él, y comienza a hacerle cosquillas obligándola a encogerse buscando protección en el suelo. –Anda, ven, levántate, que te vas a empapar- …- sí, ya paro.
Pasan junto a la entrada principal de la facultad de Medicina y se sobresaltan cuando explotan simultáneamente todas las bombillas de la calle.
-Joder, ¿qué coño?...

El hombre quiere hablar, quiere saber qué está pasando, pero las palabras se le quedan atrapadas en la garganta al ver bajar de los tejados a una horda de seres que se confunde con la oscuridad.
-¡Oh, dios mío, son los tunos ninja! ¡Estamos perdidos!
-Lleváosla, es a ella a quien queréis, dejadme vivir, por fav...
Pero antes de que pudiera terminar la súplica dos de los enmascarados lo habían reducido y amordazado. Iban a forzarlo a verlo todo hasta el final. Entre tanto, cinco de los tunos, armados con bandurrias, comenzaban con los primeros acordes de ‘La Adelita’.

De pronto un ruido atronador se acerca desde todas las direcciones. Los motoristas igualan en números a los tunos, que cesan su canto. En la calle sólo se escucha el rugir de los motores y los tubos de escape.
-Vaya, vaya, vaya, si son los metal kings. ¿Por qué no os hacéis un favor y os volvéis por donde habéis venido? ¡No sois nada sin vuestros amplificadores, jodidos nidos de piojos! –exclama desafiante el tuno supremo.

Uno de los motoristas alza el puño al cielo y las máquinas callan súbitamente en señal de respeto. Se baja de la moto y avanza hacia su enemigo, se quita la pañoleta y su larga cabellera ondea agitada por el viento. Arroja el cigarrillo al suelo, lo pisa, alza la vista…
-Si queréis guerra, tendréis guerra, aprendices de mariachi. ¡¡¡Metaaaaaaaaaaaaaaaaaal!!!
Los bajos y los laúdes se baten en un duelo frenético mientras las baterías poco a poco van imponiéndose a las panderetas, pero de pronto la situación da un giro inesperado. La voz del tuno supremo se eleva hasta el cielo cantando a pleno pulmón:
“Triste y sola
Sola se queda Fonseca
Triste y llorosa
Queda la Universidad.
Y los libros
Y los libros empeñados
En el monte
En el Monte de Piedad”.

El conjuro estaba hecho. Las nubes se abren y una luz cegadora inunda el campo de batalla. Los espíritus de ‘El Güero’ Gil, ‘Chucho’ Navarro y Hernando Avilés se muestran majestuosos con sus guitarras sobre una alfombra de clavelitos.
-¡¡Mierda, son Los Panchos originales!! ¡¡Buscad corriente para los amplis, deprisa!!
Pero antes de que los metal kings puedan reaccionar el fantasmagórico trío desata sus voces:
“Ese lunar que tienes,
cielito lindo
junto a la boca;
no se lo des a nadie
cielito lindo,
que a mí me toca”.

Los heavys tratan de taparse los oídos para evitar escuchar la melodía, pero poco a poco van cediendo entre convulsiones y espasmos. La espuma brota de sus bocas y caen fulminados sobre los claveles. Todo parece perdido, pero un rayo parte el cielo y cae sobre una de las motos, haciéndola saltar por los aires. Las llamas alcanzan a las demás y una cortina de humo pronto lo envuelve todo. De la oscuridad surgen tres figuras espectrales: la guitarra de Jimmy Hendrix gime excitada, Janis Joplin y Jim Morrison cantan a dos voces:
“There is a house in New Orleans
They call the Rising Sun
And it's been the ruin of
many a young poor boy
And, God, I know I'm one”.

Las cabezas de los tunos estallan como sandías en un horno industrial y Los Panchos se pliegan sobre sí mismos hasta perderse en el infinito. Hendrix guiña un ojo al líder de los metal kings. El rock ha ganado. Sólo quedan en pie la pareja y el motero, que los mira con indiferencia. Él trata de abrazar a su chica, pero ella lo rechaza con una bofetada.
-¡Así que “llévatela a ella”, eh, hijo de la gran puta!
La chica echa a correr hacia el heavy y se abraza a su enorme torso. Él la rodea con un brazo y silba. Desde el Obradoiro llega al galope una Harley XR750.
-¿Quieres montar, preciosa?
-Llevo deseándolo toda la noche.

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